¡No sé; pero hay algo que explicar no puedo,
que al par nos infunde repugnancia y duelo,
al dejar tan tristes, tan solos los muertos!
“¡Dios mío, ¡qué solos se quedan los muertos!”
Gustavo Adolfo Becquer
Introducción
En las inmortales rimas de Gustavo Adolfo Bécquer se plasma antigua creencia, de que la soledad pertenecía al reino de los muertos, la soledad de los sepulcros.
La era cibernética, a la par de la biotecnología, ha proyectado la soledad de los jardines funerarios al conglomerado salón de los jardines sociales, tradicionales conversatorios, donde ya no se charla. Cada uno de los allí concurrentes, seres parlantes, enmudecen ante el imperio desmedido del minúsculo y poderoso móvil o la absorbente pantalla de televisión.
“Juntos, pero no revueltos”, dice refrán popular, para referirse al encuentro sin comunicación, ni dialogo, entre la gente. Impregnado este mensaje, además, de cierto tufillo discriminatorio, chocante que, en vez de congregar crea distancias. Para significar, además, que debemos estar solos en medio de las personas que nos rodean.
El auge absorbente de las redes sociales y de los avasalladores recursos que brindan los medios de comunicación, que se suponen debieran unirnos más, paródicamente nos acercan menos. En un dialogo constante, distante, invisible, sin presencia; al otro no lo vemos, no lo sentimos en su humanidad psicosomática. Likes, memes, stikers, iconos, mensajes de texto, fotos y videos, no satisfacen nuestra exigencia de compañía, la necesidad del contacto con los demás, como seres sociales que somos.
Asistimos a un intercambio tecnológico carente de calor humano ante la ausencia de la mirada que habla, de unas manos abiertas que se entrelacen calurosas al saludarse, del abrazo fraterno que irradia el palpito del corazón jubiloso por el encuentro con el otro, del beso comunión que se acomoda en la mejilla con reconfortante sentimiento de amor o afecto.
Cada vez estamos más solos. Cuando por mandato divino “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”
La soledad
Una, de tantas definiciones de soledad, la concibe como “la experiencia displacentera que ocurre cuando la red de relaciones sociales de una persona es deficiente en algún sentido importante, ya sea cualitativa o cuantitativamente
La soledad es uno de los males que acecha a la sociedad de nuestro tiempo. Informes publicados en 2017 daban cuenta de que la soledad es tan perjudicial para la salud como la obesidad o como como fumar 15 cigarrillos al día. Una problemática que en Inglaterra afecta al 15 % de la población, aproximadamente diez millones de personas, que llevó en 2018 al primer ministro del Reino Unido, Theresa May, a crear el Ministerio de la Soledad bajo el eslogan “Nadie debería estar solo en la vejez”
Son muchas las causas que se esgrimen para explicar este fenómeno, entre otros: edad, enfermedades físicas, declive funcional y cognitivo, factores ambientales, falta de contacto social, conflictos personales, deseo de intimidad o necesidad de relacionarse con los demás, las redes sociales y raíces genéticas.
Crisis de la familia
En el trasfondo de estos elementos veo la crisis del tradicional concepto de familia como generador de cada uno de ellos. Evidente en la reducción de sus miembros y, lo más grave su lamentable, progresiva disolución. Y, claro, la crisis de la familia es consecuencia directa de la crisis del amor, la más trascendental de las manifestaciones humanas, imposible de sistematizar, de reducirla a la figura colorida de un meme lanzando besitos a montones o un rojo corazón que titila.
Cada vez estamos más solos. Cuando por mandato divino “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él
Es la familia consecuencia y generadora del amor en su expresión más sublime. Si miramos bien los factores que conducen a la soledad, con su triada de ansiedad, depresión y suicidio, caemos en cuenta de su origen primario en un hogar toxico, carente de expresiones de afecto, cariño y comprensión.
Informes se ocupan sobremanera en la soledad de los viejos; desplazados no solo por su descendencia, también por su entorno social. Descuidan, en cuanto no dan trato semejante, a la orfandad de niños y jóvenes desamparados por sus padres a consecuencia de su intensa agenda laboral, de sus ocupaciones. Sentirse abandonados, tantos los unos como los otros, conduce, indica la amarga experiencia, a las drogas, alcoholismo y depresión.
No importa la edad, pero soltería prolongada, divorcio y viudez tienes sus límites, tanto personales como sociales. Momento crítico llega, cuando el ser amado, en que tanto has soñado para realizar tu proyecto de vida, no aparece y más grave aun cuando al haberlo tenido, a tu lado, se marcha o perece. Aquí entra en juega la crisis del matrimonio como complemento. Nada más traumático para el ser humano que la falta de amor, no sentirse querido, correspondido. Sin hogar, con la familia acabada, destruida.
Es decir, muy común: “que nadie es imprescindible”. Sin embargo, la soledad como experiencia negativa – no siempre lo es – en donde reside su condición patológica, se da por ausencia de una persona imprescindible, “sentimentalmente”, para el que la sufre.
Terrible la soledad de desplazados por la violencia, de los que sufren la tragedia de desastres naturales y accidentes catastróficos cuando son desatendidos por instituciones llamadas a socorrerlos o por el Estado. La demanda de solidaridad, es decir, de expresiones de amor comunitarias, son imperiosas para contrarrestar su ánimo caído.
Sin padecer circunstancias adversas parecidas el hombre de la ciudad, enrejado en su casa o enclaustrado en su apartamento, sufre incomoda soledad ante la ausencia del vecino para conversar o compartir; de parientes y amigos con quienes saborear un café en el ocaso de la tarde. La inseguridad lo arrincona en las cuatro paredes de su domicilio, meditabundo, solitario y la vista perdida en el horizonte.
Soledad patológica
Baja resiliencia ante la enfermedad, inutilidad, desocupación y conflictos personales, acentuados por baja autoestima y sentimientos de culpa, es fermento propicio para el aislamiento social. Fortalece actitud pesimista ante la vida que induce a la depresión.
La depresión es de las principales enfermedades provocadas por la soledad. Trastorno mental que, según la OMS, afecta a más de 300 millones de habitantes en el mundo. Supone enorme carga presupuestal para las economías de los Estados. Convirtiéndose, este mal, en una de las primeras causas de discapacidad laboral.
La soledad patológica tiene entre 37-55% de base genética. En genes relacionados con neurotransmisores localizados en el núcleo dorsal del rafe como la dopamina, serotonina y otros sistemas celulares relacionados con el apego, como la oxitócica.
La soledad crónica se asocia a niveles altos de cortisol, una de las principales hormonas del estrés, así como una mayor resistencia vascular, que puede elevar la presión arterial y reducir el flujo sanguíneo hacia órganos vitales.
Reír. Remedio para la soledad
El médico y payaso estadounidense Hunter “Patch” Adams, conocido internacionalmente como “El médico de la risa” insistía que la mejor medicina es “la amistad, el amor que conecta a unos con otros… No basta con recetar un fármaco para que la gente se sienta menos sola”, afirmaba”.
La soledad cuando vivos, según datos epidemiológicos, hace temprano el alcance de la soledad de los sepulcros por la estela de enfermedades que consigo trae, al debilitar mecanismos inmunológicos de defensa.
“Las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra”. Sentenció García Márquez.
La vida es una sola. No tenemos otra. Hay que reír. Reír por lo menos tres veces al día en vez de tomarnos demasiado en serio.
PD. Quiero reconocer que, gracias a la bendita soledad, en su dimensión positiva: estimulante compañera, pude complacerme escribiendo esta breve reflexión para mis apreciados lectores de Solo Proposiciones.
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(Genesis 2:18).
PEPLAU LA, PERLMAN D: Toward a social psychology of loneliness. En: Gilmour R, Duck S (eds). Personal Relationhsips: 3. Personal Relationships in Disorder. Academic Press, Londres, 1981.
http://www.noticiasrcn.com/tags/salud
Gao J, et al. Genome-Wide Association Study of Loneliness Demonstrates a Role for Common Variation. Neuropsychopharmacology. 2016 Sep 15. doi: 10.1038/npp.2016.197
http://centrodepsicologiaintegral.com/soledad-la-nueva-epidemia/ Elena Martin Canovas 9 October, 2017
