Introducción
“Van a saber lo que es el curare”, advirtió, el pasado 5 de noviembre, Diosdado Cabello, ministro de Interior, Justicia y Paz de la república bolivariana de Venezuela, a Estados Unidos ante la posibilidad de un ataque por parte de la administración de Donald Trump contra su país. “Vamos a ver cuánto caminas con esa picadita”, señaló, sarcástico, Cabello al referirse a los efectos del veneno vegetal indoamericano. El presidente Nicolas Maduro, indicó que se trata de “una de las armas silenciosas que derrotaron al imperio español” y ordenó la creación de brigadas milicianas indígenas dispuestas a guerrear por Venezuela.
El descubrimiento de las propiedades relajantes del curare, su utilización por los indígenas de la Orinoquia y la amazonia en la caza de animales para su sustento alimenticio es uno de los más fascinantes episodios que tiene lugar durante el descubrimiento del Nuevo Mundo por parte de los exploradores europeos.
El curare es inofensivo cuando se ingiere, no se absorbe por el tracto digestivo; inmoviliza a su objetivo cuando se inyecta a través de un dardo, perfecto para cazar.
El “Tucurin”, nombre comercial del “Tubocurare”, un derivado del curare, junto con el Quelicin (succinilcolina eran los bloqueadores neuromusculares en uso cuando inicié mi práctica anestésica en 1971, hacen 54 años. El Decametonio o Hexametonio y la Gallamina fueron otros relajantes de la época con los que no tuve ninguna experiencia.
Fue Harold King en 1935 quien aisló e identificó la estructura química del curare en los Laboratorios Burroughs Wellcome de Londres a partir del Chondrodendron Tomentosum. La muestra había sido guardada en el Museo de la Sociedad Farmacéutica Británica y rotulada en un recipiente de bambú, al alcaloide purificado se le llamó tubocurarina.
Pedro Mártir de Anglería,
En 1516, en Alcalá de Henares se publicaron en latín los tres primeros tomos de diez que componen las “Décadas de Orbe Novo,” una obra de Pedro Mártir de Anglería, cronista del rey Carlos V. Este documento se nutrió de los relatos y comentarios de los conquistadores que medraban las cortes de los Reyes Católicos, Juana la Loca y Carlos V. La descripción que hace en sus páginas de las heridas mortales de un soldado alcanzado por una flecha envenenada y otras historias similares, parece ser primera referencia al curare, el veneno fulminante con el que los indígenas amazónicos embadurnaban sus flechas. Su relato provocó una mística por el curare, paralela a la del oro que indujo a muchos en su búsqueda, algunos hasta morir en el intento.
Sir Walter Raleigh
En 1596, el inglés sir Walter Raleigh capitaneaba una de las expediciones en busca de El Dorado, sin éxito alguno. Sin embargo, uno los expedicionarios, Lawrence Kemys, durante las extenuantes marchas por las selvas de las Guayanas, recopiló las hierbas venenosas que empleaban los nativos que llamaban ourari, matar pájaro, su significado en lengua indígena. Kemys publicó un libro en cuyas observaciones dio a conocer una pasta venenosa elaborada con varias plantas con la que los indios impregnaban flechas y cerbatanas.
El propio Walter Raleigh en su relato titulado “Discovery of the Large, Rich and Beautiful Empire of Guiana, (Descubrimiento del grande, rico y hermoso imperio de Guiana) describe de manera espeluznante lo que vio: “los indios araras, que eran tan negros como el betún, poseían «el veneno más potente en sus flechas, y el más peligroso, de todas las naciones . Porque además de la mortalidad de la herida que hacen, quien haya sido herido por una soporta el tormento más insufrible del mundo y sufre la muerte más fea y lamentable, a veces muriendo completamente loco, a veces con las tripas saliendo de sus entrañas, normalmente descoloridas que para entonces están tan negras como la brea y tan desagradables que ningún hombre puede soportar curarlos o atenderlos».
Alexander Humboldt
El investigador y explorador alemán Alexander van Humboldt también está involucrado en la historia del curare. Sus incursiones en territorio venezolano entre 1799 y 1804 le permitieron en 1832 dar la primera versión en occidente de la forma en que era preparado el veneno en Esmeralda, “aislado y remoto establecimiento cristiano del Alto Orinoco”. Humboldt describe que el curare era un veneno usado en las puntas de flechas y dardos, pero también un medicamento utilizado por vía oral. Probablemente, es esta, la descripción más antigua del uso del curare en medicina. Un amigo y compañero de Humboldt, Robert Schomburgk, probó el efecto “placebo” del curare en un ataque de malaria. Había visto utilizarlo a los nativos para los dolores abdominales, pero obviamente era inefectivo para lo uno y para lo otro.
Claude Bernard
En 1856, en uno de sus experimentos con animales, el fisiólogo francés Claude Bernard descubrió que al inyectar curare a una rana los músculos del batracio se detenían por completo, ¡pero el corazón seguía latiendo! En su trabajo “Physiological studies on certain American poisons, (“Estudios fisiológicos sobre ciertos venenos americanos”), publicado en La Revue des Deux Mondes en 1864, refiere que: «En junio de 1844 hice mi primer experimento con curare: inserté debajo de la piel del dorso de una rana un pequeño trozo de curare seco y observé al animal. Al principio, la rana se movía y saltaba con gran agilidad, luego se quedó quieta, el cuerpo se aplanó y se encogió poco a poco. Después de varios minutos la rana estaba muerta, es decir, se había vuelto flácida y no respondía a los pellizcos en la piel. Luego procedí con lo que llamo una “autopsia fisiológica” es decir, abriendo el cuerpo inmediatamente después de la muerte.
Al abrir la rana envenenada, vi que su corazón seguía latiendo. Su sangre se volvió roja al exponerse al aire y parecía fisiológicamente normal. Utilicé estímulos eléctricos para provocar una reacción en nervios y músculos. La estimulación directa del músculo producía contracciones violentas en todas las partes del cuerpo. Al estimular los nervios no había reacción. Los nervios, es decir, los haces de tejido nervioso estaban completamente muertos, mientras que los demás componentes del cuerpo, los músculos, la sangre, las mucosas, conservaban sus propiedades fisiológicas durante varias horas, como sucede en los animales de sangre fría.
La interpretación de Bernard era errónea: los nervios no estaban muertos; como se descubriría años después, lo que ocurría era la desconexión que se producía cuando fallaba la unión o sinapsis neuromuscular.
USO CLINICO DEL CURARE
Después de los experimentos de Bernard se usó, en forma empírica, curare en enfermedades que producían contractura muscular, como tétanos y rabia, y en enfermedades convulsivas como la epilepsia. Descripciones sobre el uso de curare para el tratamiento de convulsiones, alrededor de 1950, muestran resultados no halagadores. Si bien los pacientes disminuían su contractura, los síntomas se manifestaban de nuevo al pasar el efecto, o incluso algunos caían en depresión respiratoria y muerte.
Serendipia. La introducción del curare en la práctica clínica no podía estar ausente de la serendipia. Richard Gill, norteamericano, ex director de una compañía explotadora del caucho decidió instalarse en la cuenca amazónica del Ecuador. La caída de un caballo le produjo una paresia espástica, probablemente una lesión medular, que lo hizo volver a Estados Unidos para su rehabilitación. Durante la recuperación sufrió severos espasmos dolorosos en las extremidades derechas. Fue entonces cuando pensó en la utilidad del veneno usado por los nativos vecinos a su finca en Sudamérica. Esto lo hizo retornar a Ecuador en 1938 para recolectar suficiente curare que pudiera ser purificado y ensayado clínicamente en Estados Unidos. Logro obtener unas 39 libras de curare crudo (unos 13 kilos).
Si Gill no se hubiera caído del caballo, la historia de la medicina no hubiera contado con este esencial producto. Hasta entonces, el curare no era más que una curiosidad farmacológica.
Gill nunca se recuperó, pero el uso del curare para aliviar la espasticidad fue la serendipia que condujo a la llegada de esta droga a los Estados Unidos y permitió luego los ensayos clínicos y posterior aplicación en el campo de la anestesiología.
Incostrin
El primer curare purificado por laboratorios Squibb en 1938 llamado “Incostrin” fue usado, curiosamente, en Nebraska, para disminuir las convulsiones asociadas a la terapia anticonvulsivante con Metrazol, una droga usada en siquiatría como alternativa al electroshock. El siquiatra, de apellido Bennett, reportó que los pacientes dejaron de tener fracturas por la convulsión, utilizando “la mitad de la dosis necesaria de Incostrin que producía parálisis respiratoria”. Sin embargo, la introducción en anestesia propiamente tal pertenece al entusiasta y persistente Lewis Wright.
Wright, anestesiólogo en el Bellevue Hospital de Nueva York, observo la dificultad para producir adecuadas condiciones quirúrgicas al abrir el abdomen y recapacitó para conseguirla con el curare, que había observado usar a Bennett en la prevención de convulsiones. Su bagaje anestesiológico lo hizo pensar en administrar más relajación y menos anestesia en los pacientes más enfermos, ya que la forma de hacerlo era hasta entonces profundizando la anestesia.
Griffith y Johnson
El doctor Lewis Wright contactó al Dr. Harold Randall Griffith, jefe del Departamento de Anestesiología del Homeopatic Hospital en Montreal y responsable de haber incorporado recientemente el ciclopropano en Canadá. Griffith aceptó probar el Incostrin, aunque con recelo y mucha precaución por si ocurriera algún incidente. El primer ensayo tuvo lugar el 22 de enero de 1942, usando ciclopropano, que no produce el efecto potenciador del bloqueo neuromuscular del éter. Con su colega Enid Johnson, Griffith utilizó Incostrin en 25 pacientes sin ninguna complicación, publicando sus resultados en el American Journal of Anesthesiology en 1942, abriendo de este modo una nueva era en la anestesia. El hecho fue reconocido en Europa como “un hito en la anestesia”. Se había cambiado un paradigma y se había abierto un nuevo capítulo en la práctica de la anestesia.
Las virtudes de esta innovación eran múltiples: facilitar la intubación endotraqueal, disminuir la dosis del anestésico principal y mejorar el control de la ventilación mecánica.
Conclusión
De destacar para la historia de la medicina la tenacidad de los curiosos hombres de ciencia que, en diferentes épocas, hicieron esfuerzos para darle uso medicamentoso al curare en beneficio de la humanidad y no en la forma salvaje como lo utilizaban los indígenas.
Para el logro de la añorada paz mundial es deseable que no prospere este patrimonio farmacológico con fines malsanos como los que pretenden, para defenderse de la incursión norteamericana, los gobernantes venezolanos. Que el Dios de las Américas nos proteja tanto de las primitivas flechas envenenadas con curare como de la terrible destrucción con modernos portaviones cargados de drones y misiles.
Lecturas
Bustamante B, Ricardo. (2017). Historia de bloqueadores neuromusculares. Revista Chilena de Anestesiología,46:116 -130
HAROLD R. GRIFFITH, M.D. CURARE EN ANESTESIA. 1945; 127; (11):642-644. doi:10.1001/jama.1945.02860110022006
Can Fam Médico. septiembre de 2007; 53(9):1531–1532
Breve historia del curare, II: de las selvas amazónicas a los quirófanos.https://www.sobreestoyaquello.com/2023/03/breve-historia-del-curare-ii-de-las.html
