El castigo de Falcao

Wensel Valegas

¡Una reflexión sobre justicia, crítica y conciencia en el fútbol colombiano!

Un castigo no por violar una norma,

sino por atreverse a incomodar el poder.

Falcao es uno de los futbolistas colombianos que muchos deberían imitar. Es un deportista que siempre ha tenido una visión de trascendencia en su carrera futbolística, tanto en Colombia como en Argentina y Europa. Se le reconoce como el máximo goleador con la selección nacional y el artillero más destacado en una sola temporada en Europa con diecisiete goles. Siempre ha dejado el nombre de Colombia en alto.

Toda su vida deportiva ha estado marcada por una dirección obsesiva: el olfato para el gol. A pesar de las vicisitudes durante su formación, siempre confió en sus capacidades, guiado por su padre y entrenadores que supieron potenciar su talento sin descuidar su condición humana, ética y moral. Este historial evidencia una trayectoria basada en la confianza y la disciplina, sin alardes, que le permitieron asumir una actitud crítica e inconforme dentro del deporte profesional. Recientemente, la Dimayor sancionó esa inconformidad, entendida más como un acto de rebeldía consciente —  diría Camus en el Hombre Rebelde (1951) — por las críticas que Falcao hizo al arbitraje colombiano tras la eliminación de Millonarios.

Es fácil aplicar el castigo y la multa como simples sanciones, sin mayor explicación, amparados en el reglamento. “Ante la ley hay un guardián que protege la puerta de entrada.”, escribe Kafka, reflejando una legalidad objetiva que niega toda posibilidad de humanidad. En este contexto, intentaré explicar la conducta del deportista, la cual muchas veces la rigidez de la ley no comprende ni está dispuesta a comprender.

En 1966, Julián Rotter propuso el concepto de locus de control, una característica de la personalidad donde las personas atribuyen responsabilidad a sus actos. Existen dos tipos: el locus de control interno, cuando la persona asume sus actos como resultado de sus propias decisiones; y el externo, cuando atribuye los resultados a factores ajenos como la suerte, las circunstancias o terceros.

En el caso de Falcao, su trayectoria refleja claramente un locus de control interno. El fútbol le ha brindado una formación y una experiencia de vida que lo llevan a reflexionar sobre sus actos en el ámbito público, que le han permitido reconocer tanto sus logros como sus errores. Esa capacidad de asumir responsabilidad ha sido una constante en su carrera, manifestándose en sus decisiones como jugador y como sujeto reflexivo.

Ahora bien, las altas exigencias del entrenamiento deportivo se enfocan principalmente en ganar, lo cual fortalece procesos psicológicos como la autoconfianza y la autosuficiencia. Antes de un partido, lo último en lo que un jugador piensa es en el árbitro o el VAR. Este último, convertido en un modelo frío de inteligencia artificial, ha desplazado parcialmente el juicio humano de los árbitros, generando nuevas tensiones. Los jugadores confían en sus capacidades para superar al rival, pero, desde un locus externo, perciben con impotencia cómo factores fuera de su control — el arbitraje o el VAR— pueden influir decisivamente en el resultado del juego.

Este tipo de tensiones genera disonancia cognitiva, un conflicto interno entre lo que se espera lograr y lo que ocurre en la realidad. Esa disonancia afecta el rendimiento del equipo, debilita la autoestima de los jugadores y puede reflejarse en fallas tácticas y técnicas. Desde la perspectiva de la inteligencia emocional, muchos deportistas pierden el control de sus emociones al no poder gestionar las frustraciones del juego, atribuyendo los fracasos a factores externos.

El castigo a Falcao no solo fue una sanción reglamentaria, sino un reflejo de cómo las estructuras deportivas tienden a reprimir la crítica cuando proviene incluso de quienes han construido con integridad su carrera. Un castigo no por violar una norma, sino por atreverse a incomodar al poder. En ese sentido, la sanción revela más sobre la fragilidad del sistema que sobre la falta del jugador.

En el fútbol colombiano es común culpar a los jueces por las derrotas. Jugadores, hinchas y periodistas suelen recurrir al locus externo, olvidando las deficiencias propias de sus “equipos del alma”. En vez de asumir la responsabilidad, se aferran a explicaciones sobrenaturales, como persignarse o confiar en amuletos. Sin embargo, cuando estas situaciones se repiten, es necesario que la Federación Colombiana de Fútbol analice los hechos con mayor profundidad, evaluando si las críticas surgen desde la óptica de un locus interno o externo.

En el caso de Falcao, su locus interno —basado en la autonomía, el sentido crítico y la responsabilidad — es afectado por las circunstancias adversas. En un momento de frustración y enojo, expresó:

“…así no vuelva a jugar en Colombia, me importa un carajo.”

Este exabrupto fue replicado por la prensa. Sin duda, perdió la ecuanimidad y el carisma que normalmente lo caracterizan. Pero lo hizo desde la solidez de su historial deportivo, desde la certeza de quien ha vivido el deporte con integridad y pasión.

La respuesta de la federación fue tajante:

“Este comité ha rechazado sistemáticamente cualquier acto que comprometa la buena imagen de la FCF… así como la honra de sus miembros.”

Esta frase revela una ley que se protege a sí misma, más interesada en la imagen que en el diálogo. Se trata de reglas heterónomas — impuestas desde fuera — que los jugadores deben acatar, resignarse o desafiar.

Es cierto que Falcao no mostró su mejor comportamiento. La rabia y el desespero lo llevaron a perder los estribos y emitir comentarios que, aunque futbolísticos, resonaron como una afrenta institucional. No obstante, sus palabras no fueron un simple desahogo emocional: fueron la reacción de un jugador que sintió vulnerada la justicia deportiva. Esa misma reacción la comparten muchos hinchas, colegas y periodistas que, al verse superados emocionalmente, también terminan desestabilizando su locus interno y buscando culpables externos.

Una conciencia crítica requiere aceptar que el locus de control no es estático. Fluctúa en función de las circunstancias, del entorno, del otro. La clave está en la autorregulación emocional: la capacidad de reconocer y gestionar las emociones de forma adaptativa.

Frases como:

“Ganamos porque el equipo se esforzó para lograr el resultado”,
“Perdimos porque el rival hizo un mejor trabajo que nosotros y lo reconocemos”, son firmes expresiones surgidas desde un locus interno fuerte, capaz de reconocer tanto el mérito propio como los errores cometidos. Sin embargo, también es cierto que un arbitraje deficiente o un sistema autoritario pueden minar ese equilibrio interno. Cuando la percepción de justicia desaparece, incluso los más equilibrados pierden la compostura.

El castigo a Falcao no solo fue una sanción reglamentaria, sino un reflejo de cómo las estructuras deportivas tienden a reprimir la crítica cuando proviene incluso de quienes han construido con integridad su carrera. Un castigo no por violar una norma, sino por atreverse a incomodar al poder. En ese sentido, la sanción revela más sobre la fragilidad del sistema que sobre la falta del jugador.

Para terminar, una pregunta: ¿Cuántas veces perdemos el control y culpamos a otros de nuestras acciones, sin aceptar que somos los únicos responsables? La ecuanimidad del locus interno no es inmutable. Se ve afectada por el entorno y por el poder, elementos claves del locus externo, elementos claves del locus externo. Pero justo ahí, en esa tensión, se revela la gestión emocional del deportista.


KAFKA, FRANK. Cuentos completos. Cuento: Ante la ley. Editorial Valdemar. 2022. Pág. 222

ROMERO, Pablo. Falcao García recibe castigo de la Dimayor tras sus explosivas declaraciones: esta es su sanción. El Tiempo. Junio 28/ 2025

4 thoughts on “El castigo de Falcao

  1. Es cierto que Falcao no mostró su mejor comportamiento. La rabia y el desespero lo llevaron a perder los estribos y emitir comentarios que, aunque futbolísticos, resonaron como una afrenta institucional. No obstante, sus palabras no fueron un simple desahogo emocional: fueron la reacción de un jugador que sintió vulnerada la justicia deportiva. Esa misma reacción la comparten muchos hinchas, colegas y periodistas que, al verse superados emocionalmente, también terminan desestabilizando su locus interno y buscando culpables externos.

    Una conciencia crítica requiere aceptar que el locus de control no es estático. Fluctúa en función de las circunstancias, del entorno, del otro. La clave está en la autorregulación emocional: la capacidad de reconocer y gestionar las emociones de forma adaptativa. Falcao ha demostrado durante su trayectoria deportiva que es un ser integral. Un hombre que se ha esforzado, con disciplina y con perseverancia ha logrado ser un excelente deportista 🙌🏼👌🏻💪🏻

  2. Un exhaustivo analisis del trasegar de Falcao, a la vez un retrato de la crisis que atraviesa el futbol cilombiano, en especial el debil arbitraje a veces sesgado hacia unos equipos en perjuicio de otros.

  3. Una vez leído tu artículo se vino a mi cabeza unas preguntas sociológicas de vieja data en el país.
    Son estas:
    ¿Puede el fútbol ser un espejo del alma de la sociedad colombiana?
    ¿Si se vive en una sociedad perdedora, el fútbol nacional de selección puede ser también perdedor?
    Entiendo que los seres humanos como Falcao tienen a veces el derecho de salirse del camino como los sabios emocionalmente inteligentes. Y luego regresan a la ruta trasada como los aviones que, por una tormenta, se tienen que desviar de la ruta preestablecida para retomar el camino trasado más adelante.
    ¿El futbol es para gente inteligente? Puede ser, pero no lo es, porque sería más bien para la raza aria.
    De cualquier manera, Falcao es humano, y es seguro que aprendió de esta experiencia. Y es cierto, la injusticia molesta como la mordida de un perro bravo.

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