Crónicas de un puerto sonoro (4)

Facundo

FACUNDO

Por: Erudino Alma

Lorenzo regresaba esa tarde de la roza (pequeña finca que su familia tenía en las afueras del pueblo) montado en su maltrecho burro, retrasado como siempre, a varios metros de su tío, que iba cómodamente sentado, panza incluida, en su caballo nuevo. Dos campesinos que iban en sentido contrario le dijeron al tío que tuviera mucho cuidado con su sobrino, o sea Lorenzo, porque andaba un demonio por ahí suelto. Hablaron de un niño y un tipo. Fue la primera vez que tío y sobrino entraron al mismo tiempo al pueblo; la plaza estaba encendida de gente, como si fuera un día de feria.

Un torbellino de voces bajas giraba sobre los grupos, sobre las cabezas, sobre las bocas y las manos que ahora eran lenguas que también hablaban. Las caras reflejaban la tragedia, algo realmente terrible había pasado. Un murmullo gaseoso se fue expandiendo y poco a poco se transformó en algo líquido, pegajoso, tangible, y cada quien se fue llevando un pedazo de historia para su casa.

El “cuco”, ese diablo que atormenta a los niños que se portan mal, había aparecido en el pueblo en la figura de un vecino sombrío, solitario, llamado Facundo. Como un cazador subrepticio, atento a los movimientos y deslices de sus presas, atrapó con engaños a un angelito vecino, al que metió en una jaula de golosinas y lo llevó a los matorrales. Con sevicia y violencia le cortó sus alas, lo ultrajó, le arrancó el alma inocente y después se marchó de ese sitio como si nada. La gente cuenta que en la noche estuvo en el velorio y al día siguiente acompañó al sepelio.

No obstante, por sus antecedentes antisociales y su afición a la hierba, un avezado inspector lo señaló como primer sospechoso. Fue detenido una tarde, días después, mientras jugaba como arquero, en un partido de bola de trapo en una calle ancha y arenosa del barrio. El escándalo fue mayúsculo por la cercanía con la víctima, por lo abominable del crimen y por la indolencia del agresor. ¿Qué puede estar pasando por la mente de un hombre que acepta fríamente su responsabilidad, y no solo eso, sino que describe, minucioso, toda la trama, los sitios y los hechos?

Facundo se apoderó de los rincones oscuros de las casas, de los miedos de los niños y adolescentes, de los montes y jagüeyes donde iban a nadar y cazar pájaros, de las pesadillas, de los viejos trajes de saco colgados en sus perchas o en clósets tenebrosos donde nadie quería mirar. La amenaza favorita de los mayores a los pelaos era entonces: “Te va a coger Facundo”.

Mucha gente se amontonó aquella tarde, cerca de la cancha Unión Juventud, para observar la reconstrucción del crimen. En la dramatización nadie quiso hacer -como se acostumbraba- el papel de víctima. Finalmente, un policía asumió esa posición. Tristeza, dolor, rabia, asombro, incredulidad, eran los sentimientos que invadían los corazones de los soledeños. Los periódicos y emisoras de Barranquilla, le dedicaban sus páginas y espacios a la infausta noticia, especialmente El Nacional, el diario de la tarde, que desplegaba en casi todas sus páginas los pormenores de últimos hechos relacionados con el caso y hasta se supo que el agresor iría a parar a la tenebrosa cárcel de Gorgona.

Desde entonces, el nombre Facundo se apoderó de los rincones oscuros de las casas, de los miedos de los niños y adolescentes, de los montes y jagüeyes donde iban a nadar y cazar pájaros, de las pesadillas, de los viejos trajes de saco colgados en sus perchas o en clósets tenebrosos donde nadie quería mirar. La amenaza favorita de los mayores a los pelaos era entonces: “Te va a coger Facundo”. Durante mucho tiempo no volvieron a salir de sus casas a hacer mandados ni a cortar leña y Lorenzo no volvió a quedarse atrás de su tío en los regresos de la finca. Ahora siempre iba adelante. Los abuelos estuvieron más pendientes de sus nietos. Y los padres mostraron gestos de cariño a sus hijos, cosa que no era muy común semanas antes. La historia de Facundo marcó toda una época en el imaginario soledeño.

 Incluso, se llegó a decir, en la ingenuidad propia de esos tiempos, que aquella canción de la Sonora Matancera en la voz de Celia Cruz que dice “El cielo se ha puesto feo, Facundo, la tierra está abochorná… Déjate de cuento, Facundo, que el cuento no te da Ná…” se la habían compuesto a él.

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