Beni: un maestro de la vida

Wensel Valegas

Si hay algo que admirar en José Benito es su inteligencia práctica, evidenciándose en el ejercicio permanente de su sabiduría. José Benito, llamado cariñosamente, Beni, un hombre autodidacta, que aprovechó las oportunidades que le ofrecía la Universidad de la Vida, donde se le consideró un alumno aventajado. Le tocó afrontar el mundo de la vida con esa malicia indígena que le envidian gringos y europeos a los latinoamericanos; aprendió a moverse con astucia, sagacidad y habilidad social, condiciones naturales para subsistir en un mundo primitivo y artesanal, por la fuerza y habilidad física que se requerían en sus tiempos de joven entusiasta. Así ha sido desde hace más de ochenta años, siempre dispuesto con su inteligencia natural y actitud de atleta persistente en la búsqueda de la gloria y el éxito – aunque ya las fuerzas no son las mismas –. Así, de esta manera, Beni sobrelleva su existencia, superando los altibajos que la dura realidad muchas veces le presenta.

Toda la experiencia ganada lo motiva a asumir retos nuevos y adaptarse a los cambios que el nuevo siglo le trajo junto con su dinámica social en sus itinerarios cotidianos. Si alguna vez quedó en bancarrota por jugársela toda – lo cuenta como una de tantas anécdotas de juventud – se levantó como un guerrero, sacudiéndose como el ave de fénix, luchando con un tesón y energía desmedidos. Su alto nivel de conciencia le permitió revisar saldos pendientes en su vida sentimental hasta sentar cabeza en el regazo de Rochi, su esposa, mujer que lo ha acompañado en el camino de su longevidad.

Si hay que rescatar cosas valiosas en la vida de Benito, eso tiene que ver con su empeño, la persistencia y tenacidad de lucha para conseguir una vida feliz. Aunque su sabiduría le dice que la felicidad es efímera e incompleta, sostiene que siempre vivió la vida que imagino. En el ejercicio de la convivencia con las personas se descubren cualidades y defectos ante los cuales, a veces coincidimos y otras no. Si colocamos en la balanza lo que ha sido su vida octogenaria, vamos a encontrar que son más las cualidades que sus defectos. La mayor parte de su vida se centró en el trabajo, desde su juventud recorría los pueblos de la costa con una vitalidad impresionante hasta la actualidad en que se ejercita como empresario, dejándose llevar por los instintos y la experiencia de hombre de negocio que lleva consigo. Con su obsesiva pasión por el trabajo alcanzó el estatus de un viejo veterano de clase media.

Sobre la seguridad de ese espacio laboral edificó su hogar que se extendió por toda su familia, sobre todo en sus nietos que le usufructúan su sensibilidad de hombre bueno y mentalidad triunfadora. El trabajo y la familia, constituyeron la fuerza propulsora que le permitieron mantener un optimismo jovial ante sus amigos y vecinos.

¿Defectos?, ¿Quiénes somos acaso para juzgar a Beni?, ¿Acaso es un defecto no haber estudiado, o son más loables las oportunidades que la vida le dio y que aprovechó su mente emprendedora?, ¿Con qué derechos buscamos defectos en este hombre, acaso el que nos da la sociedad agazapada para lanzar diatribas contra él?, ¿quién se atreve a lanzar la primera piedra? ¿Acaso José Benito no es bueno en lo que hace, y quién de nosotros puede juzgar sus errores, sobre todo al comprender que la psicología nos muestra a diario los conflictos que tenemos los seres humanos en la vida cotidiana, lidiando con los fantasmas debajo de la personalidad donde lo bueno y lo malo confluyen? Simplemente, el Beni aprendió a convivir con su sombra, – concepto propio de la teoría junguiana – siendo más las bondades que afloran y se sobreponen a ese lado oscuro que cada día intenta superar y olvidar.

Por otra parte, no creo que sea un defecto el ejercicio frecuente y placentero del billar, deporte que aprendió a jugar desde muy joven y le ayudó a autorregularse. Deporte tranquilo y de alta precisión donde Beni exhibe toda su maestría y su sabiduría al ser capaz de comprender las pasiones humanas y los límites para afrontar el juego de la vida en las múltiples configuraciones que su mente anticipa sobre la mesa de tapete verde. El billar le permitió muchas veces – sólo lo jugaba para mitigar la ansiedad y el estrés de los negocios, sin considerarlo un vicio – tener una experiencia de flujo, igual que Aureliano Buendía, en su taller, haciendo y deshaciendo pescaditos de oro en la soledad de su Macondo. El billar para este hombre juguetón de más de ochenta años es el ejercicio perfecto que lo equilibra, le da la serenidad y le apaciguan las rabias sociales, la lógica que su cerebro no se cansa de hacerle a la vida, la capacidad de anticiparse y configurar mentalmente la futura jugada que termina en una carambola precisa, o en el golpe certero y justo lleno de placer orgásmico que le produce el sonido de la pelota, o el golpe seco y fuerte a la pelota que entra en uno de los orificios de la buchacara, cuando se trata de este juego.

Así transcurre el esparcimiento de este hombre de cabellos blancos, rostro severo, los ojos ocultos detrás de unas gafas negras que le disimulan el brillo alegre de la victoria anticipada; así transcurren las tardes después del negocio, que lo devuelve a casa sin angustias y ansiedad, estados de ánimo que a cualquiera volverían frágil y vulnerable, pero al mismo tiempo lo hace fuerte y tenaz en lo que hace y vive.

A veces, los seres humanos tenemos la mala costumbre de anclarnos en el pasado y pensar que se vivió un tiempo mejor, y no es así. O quizás nos vamos al extremo de visualizar las incertidumbres de un futuro que no sabemos cómo será. Amigo, Beni, creo que el mejor momento de tu vida, de nuestras vidas, es este que ahora compartimos y vivimos, este instante, este momento fugaz y breve vestido de domingo que nos regala la compañía de los amigos en medio de la fiesta, las bromas y la mamadera de gallo.

Así, con esa sumatoria de cualidades y defectos es José Benito, El Beni.

Por estos días, nuestro amigo Beni ha cumplido un año más de vida. ¿Qué importa cuántos años sean? Su espíritu juvenil y emprendedor está más intacto que nunca; su mente andariega e inquieta elucubra nuevos pensamientos y su imaginación lo lleva a soñar un futuro tranquilo y llevadero. Al final, amigo Beni, eso es lo que importa, sin hipocresía ni engaños, le decimos entre abrazos, sintiendo en la espalda el vigor de sus palmadas efusivas y viéndole en la mirada el brillo azul – húmedo que empañan sus ojos.

Su sabiduría de hombre amoroso y emprendedor le da la fuerza para continuar viviendo momentos de felicidad. A veces, los seres humanos tenemos la mala costumbre de anclarnos en el pasado y pensar que se vivió un tiempo mejor, y no es así. O quizás nos vamos al extremo de visualizar las incertidumbres de un futuro que no sabemos cómo será. Amigo, Beni, creo que el mejor momento de tu vida, de nuestras vidas, es este que ahora compartimos y vivimos, este instante, este momento fugaz y breve vestido de domingo que nos regala la compañía de los amigos en medio de la fiesta, las bromas y la mamadera de gallo. Como seres humanos, tenemos que desentendernos de la nostalgia que nos deja el pasado y la angustia que nos trae el futuro. Beni, sólo disfruta este momento a plenitud, rebosante de salud, de alegría, de amor profundo por la vida.

Beni, cumplir un año más de vida es la prueba de haber transitado seguro por los itinerarios de la existencia que has llevado y de la cual eres su protagonista. Porque siempre has sido dueño de tu vida, eres ejemplo de un proyecto realizado. Desde esa sabiduría que te caracteriza hoy vives la felicidad que un día visualizaste, y mucho más, tu libertad. Ese es el ejemplo y la huella que día a día dejas en nuestras retinas y en la comprensión de tu persona. Entonces, ¿para qué mortificarnos cuando se ha tenido una vida productiva con total discreción?

Hoy estamos aquí, admirando tu vitalidad de viejo fuerte; brindando por ese estilo de vida al que te has habituado: caminatas matutinas, desayunos abundantes como en los viejos tiempos, almuerzo justo a las 12:00 meridiano y esa caminata digestiva de veinte minutos que te moviliza los alimentos digeridos hacia una cagada inminente e inevitable antes del placer de la siesta.

¿Dónde está Benito? Preguntamos, cuando lo visitamos sus amigos, recorriendo la casa y buscándolo hasta donde permite la confianza.

¡Donde más va a estar, en su segundo hogar! – nos recuerda Rochi, sonriente, con una resignación reposada y matizada en la costumbre y la comprensión.

Beni, al final lo que cuenta es el placer de la buena vida y el disfrute de instantes como este, donde nos obligamos a hacer un paréntesis y olvidar la angustia del pasado y el miedo a la incertidumbre del futuro. Nos dice Marco Aurelio en el libro XII de sus Meditaciones: “Recuerda que cada cual vive el instante presente, el momento. El resto, o es pasado o un oscuro porvenir. Así pues, pocos entienden de la vida que realmente debemos afrontar”.

Con la mesura que le han dado los años, Beni sale en las mañanas con el mismo vigor y pasión juvenil que lo caracteriza. Viaja en su carro hacia donde están los negocios y las oportunidades. No le gusta naufragar en la gran ciudad, sin objetivos, sabe adónde ir. Mientras los autos corren raudos y veloces, él espera parqueado, paciente, sabe dónde ponen las garzas, – así dice y piensa con frecuencia – es consciente que su energía no es la misma de antaño, por eso no le gusta dar puntada sin dedal, frase que pronuncia y que lleva consigo desde niño. El mayor ejemplo que Beni nos muestra es la felicidad de sentirse viejo, saber que continúa siendo el centro de la familia, que le consulta y lo respeta, al igual que todos sus amigos. Eso le hace feliz.

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