Sobre la lectura y la escritura

Wensel Valegas

Leo para preguntar

Frank Kafka.

No hay mayor recompensa que escribir.

Lo que viene después es secundario.

La enfermedad de escribir. Charles Bukowski

El ejercicio de la lengua se regodea con voces que brotan y se escuchan en distintos matices. Se habla y se escucha y, después qué. La escuela encauza la lectura del idioma usado en el contexto que se vive. La lectura trae como prerrequisitos las voces y la escucha: voces que favorecen la lectura en voz alta y la capacidad de escucharse, tomando conciencia de los sonidos. La lectura se ejercita desde de la corporeidad en un proceso de concientización; en otras palabras, el acto de leer requiere escucharse así mismo. Los sonidos, guturales u onomatopéyicos, evolucionan con la maduración del sujeto y la asimilación de los sonidos hacia la consecución de actos de habla que permiten comunicarse. La lectura deviene de una experiencia corporal que implica: ajuste correcto de la postura, una función interoceptiva como la respiración, una lateralidad controlada, que empieza a regularse, centrar la atención, un ritmo acompasado ante la puntuación de las frases. La independencia segmentaria y el sencillo gesto de levantar la mirada, estableciendo pausas y timbres con sus altibajos.

A medida que avanza en su lectura, el niño se asombra, igual el sujeto adulto que aprende a leer en su proceso de alfabetización, que recuerdan las experiencias descritas por Freire en La Importancia de Leer y el proceso de liberación. Las vocales con sus sonidos y las consonantes, dando sentido a las palabras y frases que maravillan al lector que se inicia. Ya no solo es la lectura de la naturaleza y las estaciones; las emociones y el comportamiento de humanos y animales, sino que ahora se convierte en un tránsito de la imaginación que divaga, anhela y se desenvuelve creativamente. Sí, la lectura provoca el entusiasmo y la pasión de quien enseña, guía y promueve el deseo, el sentido, la capacidad de interpretar en un proceso incierto, pero inagotable en las ocurrencias de un acto que reconoce su valor emancipatorio.

Leer exige incorporar nuevas experiencias que evolucionan de lo concreto a lo abstracto, apunta a ejercitar la metacognición y la formalidad del pensamiento. En sus primeros estadios del desarrollo – recordando a Piaget – el niño requiere una didáctica y una praxis que promueva sus intereses lectores a partir de su historia, barrio, país, cultura; que encuentre sentido con la cultura vivida. Por ejemplo, acostumbrado a leer las imágenes de su entorno y mundo natural, se le facilitan las lecturas de imágenes, acompañado de un adulto que lee y el niño que escucha y observa, creando ambos una historia propia que los une, en palabras de Anthony Browne, creador de libros álbum. De esa experiencia concreta – que al final no es tan concreta – el niño hace un esfuerzo cognitivo que lo entusiasma a medida que encuentra ese otro que le potencia la lectura y lo lleva a niveles más complejos, siguiendo a Vygotsky, que enfatiza en la calidad de la interlocución del adulto. “Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el colegio de La Salle, en Cochabamba, Bolivia… setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y el espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo… luchar con D´Artagnan…”, es la infancia recuperada y compartida que al evoca el escritor Mario Vargas Llosa, resaltando la lectura como un acontecimiento importante en su vida escolar, en su libro Elogio de la Educación.

El psicólogo Raymond Mar y su equipo de la Universidad de Toronto probaron en 2006 que las personas que leen son más empáticas que las no lectoras”. La lectura apunta de lleno a la sensibilidad, a la posibilidad de escapar de sí mismo, en una búsqueda por encontrarse y ser mejores desde la experiencia de la ficción que permite explorar nuevos mundos, con sus emociones y pasiones de amor y odio.

En el Manifiesto de la Lectura, Irene Vallejo, basada en investigaciones, cuenta que “la lectura ofrece puentes colgantes de palabras. El psicólogo Raymond Mar y su equipo de la Universidad de Toronto probaron en 2006 que las personas que leen son más empáticas que las no lectoras”. La lectura apunta de lleno a la sensibilidad, a la posibilidad de escapar de sí mismo, en una búsqueda por encontrarse y ser mejores desde la experiencia de la ficción que permite explorar nuevos mundos, con sus emociones y pasiones de amor y odio.

Por otra parte, la escritura es la concreción del lenguaje, su afirmación. Siguiendo a Ernst Haeckel, en su tesis: la ontogenia recapitula la filogenia, en el desarrollo evolutivo del niño, los primeros trazos escriturales, recapitulan las huellas de la especie humana a través de su historia. El trazo artesanal del niño, que toma su lápiz, evoluciona en la medida que lo hizo el hombre en la prehistoria. Esos trazos del niño – pintando paredes, el piso y rayando hojas – requirieron de procesos psicomotrices complejos, superando la influencia de los reflejos, el de prensión, por ejemplo, siendo este, rudimento de las destrezas manuales que, manifestándose en la actividad consciente y maduración de las grafías evidentes.

En primera instancia, la escritura es un acto estrictamente corporal, donde confluyen, en un ajuste permanente, la prensión del lápiz, la contracción y relajación del cuerpo en una acción global que el sujeto controla y diferencia a partir de su conciencia; la firmeza y suavidad del trazo establecen su propio ritmo en el transcurso de la praxis de la escritura. La escritura es forma, es afirmación; es la caligrafía cursiva y no cursiva, que el niño afronta y compara, en su esfuerzo por comprender las letras unidas en una palabra o en las que se muestran escriben separadas. El acto corporal y solitario de la escritura trasciende al pensamiento, en una acción psicomotriz. En segunda instancia, el niño madura en su escritura, se independiza del cuerpo y se detiene en la reflexión de la gramática y el ritmo. Abandona un acto estrictamente mecánico, liberado por el pensamiento. A ese tipo de escritura llegan escritores y no escritores. Para atreverse al desafío escritural, el italiano Vanni Santoni, en Para escribir hay que leer, no deja de insistir en que: “A escribir se aprende solo leyendo, y escribiendo”.  

Se escribe porque se tiene algo que contar. El profesional universitario escribirá de acuerdo a su formación profesional, fundamentado no solo en las lecturas técnicas, sino también en las humanísticas, consideradas rellenos y que, en su mayoría, los estudiantes, salvo pocas excepciones, les permiten una mejor comprensión de su vocación profesional. En este sentido, es esencial la orientación de los maestros para que estudiantes – universitarios o bachilleres – les encuentren sentido a sus sueños, invitándolos a cuestionarse en cada curso, ¿Qué sentido tiene leer El Túnel de Ernesto Sábato, en un programa de psicología?, ¿Hasta dónde el libro Animales Enfermos, de Diana Aurenque Stephan, se discute en un programa de medicina o filosofía? O el análisis y discusión de Relatos de Lev Tolstoi en la formación ética de estudiantes de décimo y undécimo grado. Por último, ¿Por qué leer las Variaciones del cuerpo de Michel Serres en un programa universitario de Educación Física? Lecturas que permiten un conocimiento totalizador que proviene de la literatura, y que otras ramas de las humanidades no han podido preservar una visión que integre y sea asequible a la vida profana, que se emancipe de la especialización laboral y subdivisiones fragmentadas.

Leer y escribir son una simbiosis inseparable como acciones comunicativas, nutriéndose y tolerándose. Se puede ser un buen lector y no escribir; pero es difícil escribir sin lecturas previas. En Maestros de la escritura, Liliana Villanueva afirma, “Todos contenemos un gran libro, de alguna manera. Lo que casi nadie tiene es la sinceridad y la forma que haría falta para escribirlo”.  Y es válido para cualquiera que se atreva a escribir, sea en el plano de la ciencia o la literatura, incluso, sobre la vida misma.

2 thoughts on “Sobre la lectura y la escritura

  1. Voy a compartir este texto con algunas profesoras de primaria para que repiensen los ejercicios que realizan con los estudiantes y sobre todo para que logren comprender el proceso desde el lector primario, el texto, el profesor y el resto de la comunidad educativa. Mejor dicho el descomplicado acto de la lectoescritura.

  2. Wencel, tu artículo “Sobre la lectura y la escritura” me ha parecido muy interesante. La lectura, como bien señalas, tiene como prerrequisitos las voces y la escucha: voces que favorecen la lectura en voz alta y la capacidad de escucharse a uno mismo, tomando conciencia de los sonidos.
    Por su parte, la escritura representa la concreción del lenguaje, su afirmación. Siguiendo a Ernst Haeckel y su tesis de que “la ontogenia recapitula la filogenia”, puede decirse que, en el desarrollo evolutivo del niño, los primeros trazos escriturales recapitulan las huellas de la especie humana a lo largo de su historia. El trazo artesanal del niño que toma el lápiz evoluciona de manera semejante a como lo hizo el hombre en la prehistoria. Un tema realmente fascinante.

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