Muerte cerebral y embarazo

En el Emory University Hospital de Georgia, USA, se encuentra hospitalizada, la señora Adriana Smith: enfermera de 30 años, afrodescendiente, madre de un niño de 5 años. El 19 de febrero de 2025, con un embarazo de aproximadamente 9 semanas, fue diagnosticada de muerte cerebral. A la fecha junio 5 de 2025, en que escribo esta nota, completa 23 semanas de gestación.

Según informes de prensa la paciente llegó a la urgencia del Hospital Northside, Atlanta, a principios de febrero, con fuertes dolores de cabeza y después de ser evaluada y prescrito unos medicamentos fue devuelta a su casa. Según su madre April Newkirk “en este hospital no le realizaron ninguna prueba ni escaneo”. Al día siguiente, su novio al observar que estaba jadeante y tenía problemas para respirar llamó al teléfono de emergencias 911. Smith fue trasladada de urgencia a Emory Decatur y luego trasladada al Hospital de la Universidad de Emory, en donde trabaja; una tomografía computarizada mostró múltiples coágulos de sangre en su cerebro. Newkirk le dijo a la estación de noticias que su hija fue declarada con muerte cerebral.

Según una investigación de la AP las mujeres negras suelen quejarse de que sus dolores no se toman en serio, reveló que sus resultados son peores debido a circunstancias relacionadas con el racismo y con la desigualdad en el acceso a la atención médica.

Dado su embarazo, desde esta fecha, la paciente es mantenida en el Emory Hospital con soporte vital, cardiorrespiratorio, para proteger la vida del feto hasta que alcance la madurez necesaria para su nacimiento, las 32 semanas. Faltarían 9 semanas.

Este caso podría convertirse en uno de los embarazos más largos registrados en una mujer con muerte cerebral. Una revisión médica de 2021 dirigida del doctor Vincenzo Berghella, especialista en medicina materno-fetal de la Universidad Thomas Jefferson, documenta 35 casos similares en literatura médica. En promedio, los embarazos pudieron prolongarse por siete semanas. De ellos, 27 resultaron en un nacimiento vivo, la mayoría declarados sanos de inmediato o con pruebas de seguimiento normales.

El Dr.  Berghella considera que el caso de Georgia es mucho más difícil porque el embarazo estaba menos avanzado cuando la mujer fue declarada con muerte cerebral. “Hay más probabilidades de que la madre adquiera una infección o presente una falla cardiaca”, agregó. En los 35 casos que estudió, los médicos pudieron prolongar el embarazo en un promedio de solo siete semanas antes de que las complicaciones los obligaran a intervenir.

El estudio muestra un caso en Alemania donde se logró un nacimiento vivo después de que la madre fuera declarada muerta a las nueve semanas de gestación, un antecedente similar al de Georgia.

Discusión ético legal

En los EE. UU. el debate está abierto, con este caso, entre los que propenden por el aborto y los que lo rechazan. En mi concepto, va más allá de esta sola consideración si observamos que la legislación sobre aborto en los Estados Unidos y en el resto del mundo no contempla normas precisas para eventos como este.

Aparte la discusión central sobre el aborto lo primero que tengo que señalar, a mi modo de ver lo más grave, es el manejo medico desafortunado que recibió la señora Adriana Smith por parte de los médicos primeros que la atendieron en el  Hospital de Northside, que no tuvieron el acierto de diagnosticar y tratar lo que probablemente, según datos periodísticos, era una crisis hipertensiva, en mujer joven embarazada, que causó la trombosis cerebral que desencadenó la definitiva muerte encefálica, Hago el énfasis en “mujer joven embarazada” porque en mi práctica clínica como anestesiólogo, pude ver pacientes similares que llegaron al hospital convulsionando con presión arterial de 140/90 y caer en coma.

En la mujer embarazada con muerte cerebral no cabe la aplicación del principio de autonomía que dada su condición no puede ejercer, pero si es importante la consideración del respeto a su dignidad como madre, aunque haya fallecido para evitar cualquier instrumentalización de su cuerpo.

Se configura en esta situación una clara conducta culposa primero por ignorancia medica al no aplicar el protocolo de manejo, la lex artes indicada en este cuadro, y segundo por negligencia y descuido cuando dieron de alta a la paciente para enviarla a morir, a su casa, penalmente un homicidio culposo; si consideramos a la persona con muerte cerebral, un cadáver.

Por la escasa frecuencia que se da de “Embarazo y muerte cerebral” podríamos colegir que los legisladores han hecho caso omiso de esta condición para tenerla en cuenta a la hora de determinar las causales permitidas de “aborto legal”. No encaja en ninguna de las que conozco.

En Colombia, por ejemplo, la Sentencia C-355 de 2006, se permite la interrupción del embarazo en tres causales:

  1. Cuando el embarazo representa un riesgo para la vida o la salud física o mental de la mujer.
  2. Cuando la concepción no ha sido consentida (violación, incesto).
  3. Cuando existen malformaciones fetales incompatibles con la vida fuera del útero.

En la situación particular de Adriana Smith los médicos del Emory Hospital se han plegado a la legislación vigente en el Estado de Georgia en que la práctica del aborto está permitida después de la presencia del latido cardiaco en el feto, sexta semana, en circunstancias limitadas, como si existe una “emergencia médica” o si el embarazo es “médicamente inútil”. Debido a que Adriana ya está muerta, su vida no está en riesgo para calificar para la excepción de emergencia médica. Representantes de la Universidad de Emory, dicen que planean mantener su cadáver en máquinas de soporte vital hasta que el feto alcance una edad gestacional en la que pueda sobrevivir fuera del útero.

Los médicos dijeron a la madre y al novio de Adriana que, legalmente, no se les permite considerar otras opciones mientras Smith esté embarazada. Los familiares de Smith no han declarado públicamente su intención de interrumpir el embarazo si se les hubiera dado la opción, ni desconectarla de los equipos de soporte vital. Se quejan de no tener la suficiente información para poder tomar una decisión por sí mismos. Además, de la carga económica que enfrentan por los elevados costes hospitalarios, que los ha llevado a una campaña de recaudación de fondos.

A estas alturas del embarazo en que el hijo de Adriana es viable, aumentan sus posibilidades de supervivencia; de allí que mantener a la madre mediante soporte vital garantiza su nacimiento en condiciones favorables. Por tanto, el esfuerzo por mantener el embarazo hasta las 32 semanas es éticamente justificable. Considero que la prioridad en este momento es la defensa y protección de la vida del hijo por nacer, el más vulnerable en esta situación.

En la mujer embarazada con muerte cerebral no cabe la aplicación del principio de autonomía que dada su condición no puede ejercer, pero si es importante la consideración del respeto a su dignidad como madre, aunque haya fallecido para evitar cualquier instrumentalización de su cuerpo.

Finalmente, llama la atención que mientras el Hospital donde trabaja Adriana y la atienden, los médicos y la misma familia han optado por salvaguardar la valiosa vida del hijo que guarda en su vientre, grupos abortistas han tomado este caso para hacer su histórico proselitismo. Con base en la autonomía corporal de la mujer denigran de las leyes antiaborto vigentes en los Estados Unidos y atentan contra el valor sagrado de la vida de los no nacidos.

Tengo fe en que el hijo de la señora Adriana Smith ha de nacer sano y salvo. De seguro se convertirá con el tiempo en un gran ciudadano, que podría llegar a ser un jugador de Beisbol en las grandes ligas o un soldado de la patria en la US Navy. Sin duda,  un símbolo heroico del triunfo de la vida sobre la muerte.

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