Educación física y desarrollo humano integral

Wensel Valegas

Manfred Max Neef nunca habló de Educación física,

Pero su teoría social muestra un alto grado de sinergia en el desarrollo humano.

La teoría del Desarrollo a Escala Humana es una alternativa que surge como respuesta a modelos económicos influyentes en nuestras vidas. Habrá desarrollo y calidad de vida si las personas satisfacen sus necesidades humanas; según Manfred Max Neef, estas necesidades son: Axiológicas y Existenciales. Las Axiológicas son nueve: subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad. Las existenciales tienen que ver con: las categorías de Estar, Hacer, Tener y Ser. La teoría del Desarrollo a Escala humana alienta a las personas a que dejen de ser objetos y se conviertan en sujetos activos en su propia realidad. Un concepto fundamental de esta teoría son los satisfactores que: “se refieren a  todo aquello que representen formas de ser, tener, hacer y estar, contribuyendo a la realización de necesidades humanas”.

Entonces la Educación física es un satisfactor sinérgico que satisface necesidades específicas desde la motricidad humana, alcanzando a hacer sinergia en otras dimensiones de la persona. Al considerarla un satisfactor sinérgico puede plantearse la siguiente hipótesis: La Educación Física contribuye al desarrollo humano teniendo como satisfactor el desarrollo motor implicado en las actividades de tiempo libre, recreación y deporte. Además, se constituye en un satisfactor sinérgico, desde una acción motriz que trasciende a la satisfacción de necesidades, contribuyendo con las categorías existenciales: ser, tener, hacer y estar; y las axiológicas: subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad. Ambas categorías confluyen en la praxis de la Educación Física, Recreación y Deporte. A continuación, la sustentación de esta hipótesis:

La educación física ante la necesidad de subsistencia. El ejercicio de la motricidad se manifiesta en tres dimensiones reconocidas: actividad física, recreativa y deportiva, que dan relevancia al movimiento en la subsistencia de las personas. En este sentido, Howard Danford, comenta:

“Una de las principales necesidades de los seres humanos es la de movimiento o actividad. La comprensión… de esta necesidad depende…. de la herencia biológica del hombre Hace miles de años el hombre llevaba una vida activa y vigorosa: corría para cazar animales o para huir de las bestias salvajes o enemigos humanos. Era una criatura versátil, ya que podía hamacarse…de las ramas, saltar, tirar, luchar cuerpo a cuerpo, levantar pesos, así como correr, trepar y nadar. Su vida dependía de la forma en que realizase estos movimientos naturales. La actividad no era un fin en sí, sino más bien un medio para lograr un fin…Aprendió muchas habilidades, pero no practicaba ninguna de ellas por la mera actividad física que representaba, sino más bien con fines de supervivencia”

Hoy día moverse tiene una gran vigencia, sobre todo porque los riesgos son diferentes. Ya no se utiliza el movimiento para huir, atacar o defenderse, sino para afrontar la realidad de la modernización, los avances tecnológicos, el crecimiento urbanístico, los automatismos de la vida diaria; el estrés acosador. Las personas se obligan a reconocer el movimiento para subsistir ante la marcada tendencia del sedentarismo, siempre a la sombra de una modernidad que facilita el no – moverse. Adquiere relevancia el concepto de aptitud física, como eje central en el marco de una cultura física para la salud, el bienestar, esparcimiento y calidad de vida, hacia la consecución del Ser saludable. Esto requiere Tener animadores, programas, eventos, parques, escenarios y clubes; Hacer actividad física frecuente, recrearse, acceder a prácticas deportivas, y esto es posible, si a las personas se les brinda espacios físicos de interacción social, el Estar.

Educación física ante la necesidad de protección. Para el profesor Bob Anderson es importante el conocimiento corporal al realizar técnicas de estiramientos, sintiéndolo a través de la conciencia corporal. Propone técnicas para afrontar la vida cotidiana, como Homo faber u Homo Ludens, o un ser que se mueve. Sugiere ejercitaciones enfocadas en las articulaciones y aconseja una ergonomía del trabajo, enfatizando en técnicas de levantamiento de peso, evitando traumatismos y lesiones. Anderson es esencialmente preventivo, al concebir los estiramientos como actividad recuperadora, relajante y preparatoria para esfuerzos físicos intensos y los esfuerzos que demandan el deporte. Su orientación es saludable, protege al usuario – lector, beneficiándolo con una actividad física protectora. La necesidad de protección es un proceso inherente a la conciencia del autocuidado, realizando actividades físicas y conociendo la necesidad de calistenia y estiramientos previos para evitar lesiones.

La educación física y necesidad de afecto. El cuerpo es el primer juguete, en él se conjugan y se permite explorar el entorno a partir de los reflejos, automatismos y el movimiento consciente. Desde el cuerpo se explora el mundo, movilizándonos a la búsqueda de sí mismo, descubriendo potencialidades y debilidades en las interacciones con otros, por ejemplo, el juego, las prácticas recreativas y el deporte educativo.

Desde la corporeidad se construye el concepto de sí mismo, de esquema e imagen corporal. A partir del cuerpo incorporamos el mundo: viendo, oyendo, tocando, degustando, escuchando. Sensorialidades que interiorizamos desde el nacimiento en la ontogenia. A través de los sentidos, el cuerpo es un espacio de memoria enriquecido. García Márquez en su cuento, la Tercera Resignación. describe una experiencia corporal propioceptiva arraigada en los sentidos del narrador:

“Allí estaba otra vez ese ruido… martillando la cabeza por dentro con un golpe seco… tuvo el impulso animal de cerrar los puños y apretarse la sien brotada de arterias azules…Se le erizaba la piel con sólo pensar en esos seres velludos que recorrían … su cuerpo… y le rozaban los labios con sus patas heladas… imaginariamente, sin tocarse, recorrió uno a uno cada uno de sus miembros… ya no era un niño normal que podía moverse a gusto… se daba cuenta del olor tibio de los heliotropos… del lento caer del agua en el estanque… del grillo que se había quedado en el rincón y seguía cantando, creyendo que aún duraba la madrugada”.

Desde la praxis de una conciencia corporal, en la Educación Física se conoce y comprenden estos elementos en una verdadera sinergia; en un ejercicio de concentración amplia. Desde la acción psicomotriz, el niño siente su cuerpo, lo identifica, conoce y palpa con el tacto, los ojos, la boca, oídos y olfato, siempre construyendo una percepción desde el cuerpo sobre el entorno vivido en que se desenvuelve o transcurre su existencia.

La educación física ante la necesidad de entendimiento. Viene a estimular una actividad que no se queda en el músculo, sino que lo trasciende. A través de la resolución de problemas motrices, la capacidad cognitiva entra en un proceso de disonancia cognoscitiva. Hay un punto de encuentro entre la acción motriz y la capacidad de entendimiento, allí donde Howard Gardner, con su teoría de las Inteligencias múltiples, le da relevancia a la inteligencia kinésico motriz. En este sentido, Piaget había considerado el desarrollo motor como el fundamento del desarrollo intelectual. De ahí la importancia de la presencia de la Educación física desde muy temprano en la niñez, que todavía continúa negándosele a los niños en escuelas pública y privadas, constituyéndose esta carencia en una patología social, en palabras de Max Neef.

La educación física ante necesidad de participación. Las actividades físicas, recreativas y deportivas se convierten en excluyentes cuando solo se enfocan en el ámbito de la competición. ¿Acaso no es común encontrar en los espacios educativos y comunitarios propuestas que resaltan el talento y competencia en certámenes deportivos? El deporte estimula el agon del que hablaban los griegos en la antigüedad. Abordar el deporte desde una perspectiva agonística es dar paso a la competitividad, pero negándole el derecho a muchos a expresarse desde su corporeidad como un divertimento en espacios de esparcimiento.

Humberto Maturana, el biólogo chileno, insiste que la competencia sana no existe y es una manera de anular a otros. Durante la competencia se reconocen ganadores y perdedores, ello implica la búsqueda de medios que justifiquen los fines, es decir, la victoria o la excelencia. Según el mencionado autor: “La victoria es un fenómeno cultural que se constituye en la derrota del otro. La competencia se gana cuando el otro fracasa frente a uno… los seres vivos no humanos no compiten”. Según González: “La participación es una forma de intervención social que permite a los individuos reconocerse como actores que, al compartir una situación determinada tienen la oportunidad de identificarse a partir de intereses, expectativas y demandas comunes… en forma de actuación colectiva con una cierta autonomía frente a otros actores sociales y políticos”. A través de la participación, las personas se movilizan en la gestión de soluciones de su realidad, por ejemplo, lo que concierne a sus intereses y aspiraciones físicas y deportivas. Sin embargo, en las relaciones de poder, los individuos o grupo intenta imponer sus intereses y puntos de vista en el proceso de participación.

Los líderes a cargo de las actividades físicas, recreativas y deportivas están obligados a conocer los niveles de participación y propiciarla. González plantea niveles de participación que van desde: la información, consulta, iniciativas, fiscalización, concertación, hasta la decisión y gestión. La Educación Física es un espacio para el ejercicio participativo a través de un liderazgo que estimule el Ser participativo, tanto en la acción motriz como en el liderazgo administrativo.

El hombre llevaba una vida activa y vigorosa: corría para cazar animales o para huir de las bestias salvajes o enemigos humanos. Era una criatura versátil, ya que podía hamacarse…de las ramas, saltar, tirar, luchar cuerpo a cuerpo, levantar pesos, así como correr, trepar y nadar. Su vida dependía de la forma en que realizase estos movimientos naturales. La actividad no era un fin en sí, sino más bien un medio para lograr un fin…Aprendió muchas habilidades, pero no practicaba ninguna de ellas por la mera actividad física que representaba, sino más bien con fines de supervivencia”


DANFORD, Howard.  Planes de Recreación para la comunidad moderna. Bibliográfica OMEBA. Argentina. 1966. pág 92.

La educación física ante la necesidad de ocio. A la Educación Física se le confiere el liderazgo del diseño de estrategias para el tiempo libre. Sin embargo, el artículo 14 de la ley 115, de educación, en el Proyecto Pedagógico para el Tiempo libre, convoca a todas las áreas fundamentales, promoviendo, además, un espacio para la ciencia y la cultura en el tiempo extraescolar. Una pregunta surge: ¿Cómo promover valores en las personas de la comunidad educativa para el disfrute del tiempo libre? Desde la Educación física se consideran el juego, los deportes y actividades recreativas como satisfactores de la necesidad de ocio. Requiriendo una pedagogía para el disfrute del tiempo libre, de actividades recreativas, del ocio mismo, en la escuela y la comunidad, como reza el art. 67 de la constitución: “La educación formará al colombiano en el respeto a los derechos humanos, a la paz y a la democracia; y en la práctica del trabajo y la recreación, para el mejoramiento cultural, científico, tecnológico y para la protección del ambiente”.

Mario Benedetti en su novela La Tregua, reflexiona sobre el ocio a través de su personaje – narrador, Martín Santome: “…me quedan seis meses y veintiocho días para estar en condiciones de jubilarme. Debe hacer por lo menos cinco años que llevo este cómputo diario de mi saldo de trabajo. Verdaderamente, ¿preciso tanto el ocio? Yo me digo que no, que no es el ocio lo que preciso sino el derecho a trabajar en aquello que quiero”.

La educación física ante la necesidad de creación. En el cuento, Instrucciones para subir una escalera, de Cortázar, dice el narrador: “Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas”. Ilustra los convencionalismos y las convergencias, pero, ¿por qué no ser divergente y creativo y subir la escalera de espalda? Guilford, al referirse a la creatividad, sostiene que hay un pensamiento divergente y otro convergente. El primero se caracteriza por la fluidez para generar ideas, flexibilidad o habilidad para solucionar problemas, originalidad. El segundo es la forma tradicional de pensar. Pero no hay dudas, desde la perspectiva motriz, que subir las escaleras de espalda plantea una forma diferente de percibir y ver el mundo. ¿Hasta dónde, desde la motricidad humana puede estimularse la creatividad?

Muska Mosston, profesor de educación físico y pedagogo alemán, se refiere al proceso creativo, describiendo un espectro didáctico de cómo el estudiante, acompañado por el maestro, puede transitar de un estilo directivo a  otro, que estimula y promueve la creatividad. Su trabajo establece dos extremos que se oponen: el estilo rígido del comando; y el estilo de la creatividad, abierto a la resolución de problemas motrices. Este proceso – bajo la orientación del maestro –, permite avanzar de la dependencia a la autonomía e independencia, situación poco alcanzable a lo largo del desarrollo humano.

Educación física y necesidad de identidad. La identidad se construye de la percepción que se tiene de sí en relación con las personas en el contexto que se desenvuelven. Las experiencias y oportunidades que se viven a través del cuerpo en primera instancia. Desde el cuerpo se vive el esquema corporal, se percibe su imagen, se conoce e identifica cada parte del mismo. Por otra parte, en el proceso de desarrollo humano, la socialización aporta elementos del entorno: culturales, políticos, ecológicos y económicos. En esa socialización, los espacios y las experiencias que se tengan configuran la identidad de las personas. En su novela, La Peste, Albert Camus, se refiere al espacio citadino de Orán:

 “La ciudad, en sí misma, hay que confesarlo, es fea. Su aspecto es tranquilo y se necesita cierto tiempo para percibir lo que la hace diferente de las otras ciudades comerciales de cualquier latitud. ¿Cómo sugerir, por ejemplo, una ciudad sin palomas, sin árboles y sin jardines, donde no puede haber aleteos ni susurros de hojas, un lugar neutro, en una palabra? El cambio de las estaciones sólo se puede notar en el cielo…El modo más cómodo de conocer una ciudad es averiguar cómo se trabaja en ella, cómo se ama y cómo se muere”

La reflexión del autor deja la sensación de una ciudad como espacio vital árido que no invita a vivir. En la conciencia del narrador, la ciudad se instala con su fealdad y ausencia de signos naturales, resultándole inconcebible. El impacto del entorno afecta las emociones del narrador que se adapta y conforma. Asume el espacio como si no hubiese otra opción, pero con sentimientos encontrados en el acto de vivirlo. De la misma forma los escenarios de esparcimiento y recreo generan sentimientos de aceptación o rechazo, influyendo en la identidad cultural de las personas en la escuela, barrio o comunidad.

Por otra parte, los eventos deportivos y recreativos estimulan sentimientos hacia las instituciones, grupos sociales, clubes o comunidades. El color de los equipos, el himno de un municipio, departamento y nación; los valores deportivos, normas e historia de los sujetos, permitirán construir identidad y sentido de pertenencia. Imitar conductas deportivas, formas de vestir, de usar el cabello y hablar de los ídolos deportivos, constituyen signos de identificación muy vinculados a la actividad deportiva.

Educación física ante la necesidad de libertad. Desde una pedagogía de las actividades físicas se promueve el ejercicio de la libertad durante la práctica de la recreación y el deporte educativo: en la toma de decisiones con respecto al proyecto de vida personal en la escogencia de alternativas de tiempo libre; en la confrontación y discusión sobre temas pertinentes a la dimensión lúdica y recreativa del Homo Ludens, que señala Huizinga; en la necesidad de moverse en el entorno sin ser encasillado por esquemas rígidos de una enseñanza castrense de la educación física; en la resolución de problemas de movimiento a través de la interacción grupal; en la posibilidad de ejercitarse y moverse según intereses; en una relación pedagógica con el instructor o docente que estimule y propicie la creatividad; de jugar un deporte sin que se le coarte su expresividad; de facilitar experiencia que permitan construir una conciencia crítica y ser autónomo, como parte de la autorrealización humana.

La libertad es un concepto transversal, arraigado en el estudiante, confiriéndole una actitud y un interés, que no puede subestimarse, sino respetado y animado desde una pedagogía crítica que facilite experiencias hacia un desarrollo humano, donde se ejercite la libertad de decidir. Una perspectiva novedosa, desde la praxis de actividades físico deportivas que considere lo anterior, contribuirá a la formación humana a través de la motricidad.

Existen una serie de perspectivas teóricas que promueven el desarrollo integral y humano – Le Boulch, Parlebas, Sergio, Trigo – pero considero que el argumento de la teoría social de Manfred Max Neef, quien nunca habló de Educación física, muestra un alto grado de sinergia y pertinencia en el desarrollo humano desde esta praxis y esta hipótesis epistémica.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICA

ANDERSON, Bob. Cómo rejuvenecer el cuerpo estirándose. Integral. Barcelona. 1996.

CAMUS, ALBERT. La peste. Biblioteca El Tiempo. Serie clásicos. Bogotá. 2002.

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GARCÍA MARQUEZ, Gabriel. La Tercera Resignación. Edit. Norma. Bogotá. 1996.

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MATURANA, Humberto. Emociones y lenguaje en educación y política. Dolmen. Chile. 1997.

MOSSTON, Muska. Los métodos de Educación física. Paidos. Buenos Aires. 1980


MAX NEEF, Manfred. Desarrollo a Escala Humana. Editorial Icaria. Barcelona. 2015.

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BENEDETTI, Mario. La Tregua. Paidós. 1980, pág. 1

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CAMUS, ALBERT. La peste. Biblioteca El Tiempo. Serie clásicos. Bogotá. 2002. Pág. 9.

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