Vivencia hispánica

Introducción

Después de largo y cansón viaje, 9 horas sobre el atlántico, desde Miami, nada más reconfortante que la sonrisa grata de la hermosa mujer que nos recibe   en el aeropuerto Josep Tarradellas de Barcelona, en España. Rubia, simpática y sobrada en amabilidad nos acoge como no lo esperábamos. Ante tanta galantería me atrevo a lanzarle un piropo: “Qué catalana tan linda eres tú, mujer”, le digo. En respuesta acerca su cara, estrechamente, a la mía y muy despacito en el oído me susurra: “Yo soy de Albacete, no se engañe que los catalanes no son tan buena gente como usted cree”. Quedé mudo, sorprendido y con la leve sensación de haberla ofendido con mi halago.

Luego, en espera del auto que nos transportara al Hotel, sentado en una de las cafeterías del aeropuerto, alcanzo a escuchar a través de los parlantes, una tras otra, las colombianísimas voces de Maluma, Shakira y Carlos Vives para complacencia de mi orgullo patrio en suelo hispano.

El recorrido por la península ibérica me llevó, además de Barcelona, en donde tuve la estancia más larga (nueve días), a Tarragona, Sevilla, Córdoba, Toledo, Alcorcón, San Lorenzo del Escorial, Alcalá de Henares, y Madrid. En todo momento pendiente del comportamiento de la gente, española, hacia el grupo familiar que me acompañaba, dada la advertencia recibida en nuestra llegada a la capital de Cataluña.

Siempre el ser humano es motivo de mi observación en cualquier escenario que me encuentre. Es tan grandioso el encuentro con una persona, en particular, como confundirse con la multitud en estadios, plazas, y ciudades.  Es actitud sincrónica con mi respeto por las personas afín, sin duda, a mi talante médico, a mi arraigada vocación clínica.

Sangría con Cava.

“Colombia es un país que admiro y cada vez que puedo viajo a la ciudad de Cali en donde tengo parientes y amigos” nos comenta, tabaco en mano, un señor de pelo cano a la salida del Restaurante Bauma en Barcelona, al percatarse de nuestro origen. Y se extiende en elogios sobre lo que es Colombia, a lo mejor, para demostrarnos que la conocía a sus anchas. “Enhorabuena tenerlos por aquí, los espero mañana para seguir conversando; son ustedes personas encantadoras”, agrega al despedirnos.

En este sitio acompañamos el pedido con una jarra de sangría. Nos ofrecieron con vino o con Cava (Champaña); escogimos la segunda. Fue de nuestro agrado la combinación que nos sirvieron preparada, además de la champaña, con jugo de naranja, jugo de limón, ginebra y azúcar. En el recorrido posterior que hicimos por diferentes ciudades solicitábamos esta receta y solo nos ofrecían la sangría con vino tinto y otros menjurjes.

Mercados públicos.

Grandes viajeros recomiendan que si hay un sitio que uno no debe dejar de visitar como turista es el mercado publico de la ciudad. En Boquería (Barcelona) primero y después en San Miguel (Madrid) nos dimos el gusto de saborear rabo de Toro, butifarras, Cayos a la madrileña, salpicón de mariscos, croquetas, tapas y bocadillos (sándwiches), etc. En el mercado catalán, en medio de torrencial aguacero, amenizada la mesa por unos acordeones que además de Macarena y el “Po ron pon pon”, “flamencos” entonaron el Happy Birthday a Lucia la nietecita que cumplía cuatro años el ocho de marzo; en medio del espontaneo regocijo de los comensales allí presentes.

Sin embargo, no puedo dejar pasar el fastidio que nos produjo el mortificante olor a cigarrillo, a cachimba, que expelen hombres y mujeres por las aceras de calles y avenidas. En este sentido en nuestro país, por lo menos en Barranquilla, sí que somos ejemplo en el rechazo a esta malsana costumbre.

Arroz blanco.

En el pórtico de la catedral de Sevilla se nos acerca un feligrés ofreciendo un pequeño calendario de las Religiosas Filipenses a cambio de una pequeña donación. Al hombre  llama la atención la camiseta del Barcelona Futbol Club que porta Diego, mi nieto. “Yo soy del Betis le comenta, pero cuando juegan el Real Madrid con el Barcelona le voy al equipo de Piqué. ¡Te luce, chaval, la azul con rojo!” le comenta. Dirigiéndose a mi pregunta de dónde venimos. De Colombia contesto. “Olé por Colombia… la única parte que yo conozco en donde comen el arroz blanco”.

Con patatas (papa) y pan, en lo que pude observar, acompañan los españoles sus platos; solo arroz vi utilizar en la paella. Para degustar un poco de arroz tocó ubicar un restaurante cubano en Barcelona en que degustamos el típico arroz con moro (frijoles negros) de la isla antillana.

Iconoclasta.

Es joven, atractiva y atenta la conductora del taxi que nos lleva al estadio del Sevilla, el Sánchez Pijuan. Al pasar por la Plaza de Colon llama mi atención la estatua del descubridor de América. “Yo no creo en el cuento ese de Cristóbal Colon, ni me interesa ningún monumento ni   la fantástica historia que nos han inventado de la colonización española”. Y continúa su perorata, la iconoclasta chofer, sobre las injusticias del gobierno español y la corrupción política reinante en su país. Ya el médico Frank Fritz, esplendido anfitrión colombiano en Tarragona, nos había advertido del cuidado que debíamos tener, como extranjeros, en opinar sobre política en territorio español. Solo me limité a comentarle que los políticos de todo el mundo están cortados con la misma tijera.

Ángel de la Guarda.

Eran las cinco de la tarde cuando caminábamos, perdidos, un tanto angustiados, por las estrechas y empinadas calles de la pintoresca ciudad de Toledo. Habíamos bajado y bajado y después no sabíamos cómo subir a la plaza principal en donde nos esperaba el transporte. Una niña y un niño, escolares con su morral al hombro de ocho y diez años respectivamente, se dan cuenta de nuestro extravío y se ofrecen, voluntarios y sonrientes, a conducirnos a nuestro destino por el camino menos inclinado.

–      “Usted se parece a mi abuela, es igualita a mi abuela le insinúa la niña a Helena, mi mujer. Yo la quiero mucho”. Declara la pequeña con gran ternura.

Cuando venimos a ver estábamos en la puerta de su casa, aledaña a la plaza que buscábamos. La niña, ángel de la Guarda, en quien creo, que no nos abandona ni de noche ni de día. Amen.

Conclusión

Tanto en Barcelona como en el resto de España nos fue muy bien. Excelente. No tengo nada negativo que señalar de sus habitantes, “lo buena gente” en el trato recibido, a donde quiera que fuéramos.

Sin embargo, no puedo dejar pasar el fastidio que nos produjo el mortificante olor a cigarrillo, a cachimba, que expelen hombres y mujeres por las aceras de calles y avenidas. En este sentido en nuestro país, por lo menos en Barranquilla, sí que somos ejemplo en el rechazo a esta malsana costumbre.

El espacio no da para comentar otras incidencias de este viaje como las monumentales y extraordinarias reliquias históricas que, admirados, contemplamos y claro los tres partidos de futbol que pude presenciar: Barcelona vs Galatazaray; Rayo Vallecano vs Atlético de Madrid y el Clásico del Barcelona contra el Real Madrid en un estadio Santiago Bernabéu en remodelación.

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