¿Qué planes tienes para este año?

Había pasado la euforia y los besos y abrazos de felicitación por la llegada del nuevo año. Desde el alto balcón del Cabrero Marina Club, en la fantástica Cartagena, se alcanzaban a contemplar últimos destellos de los fuegos artificiales que parecían emerger de la oscuridad del inmenso mar, del Caribe Nostrum, cuando mi hija Regina, de improviso, me mira escrutadora y pregunta ¿Papi, que planes tienes para este año?

Quedé mudo, perplejo, no tuve arrestos para contestarle. El interrogante, por suerte, quedó en suspenso ante la algarabía de los allí presentes, en esa primera madrugada del 2024.

Pasados los días la repentina inquietud de mi hija ha quedado, inquisidora, en mi mente que trata de buscar una respuesta no tanto para ella, que se desentendió del asunto, sino para mí mismo. Difícil ha sido darle solución en cuanto que, en la actualidad, no tengo planes a la vista por realizar; me considero, satisfecho, ya todos los he culminado. Tengo casa, carro y beca y la riqueza inconmensurable de mi mujer, mis hijos y mis nietos. Ellos son mi mayor tesoro.

Pensándolo bien y con mucha calma el plan que me toca ejecutar, mejor aún, seguir ejecutando a estas alturas octogenarias, se concreta en continuar el sendero trazado conforme a un proyecto que arrancó desde mis años mozos cuando tuve conciencia de llevar la vida sin “nada de excesos”, de acuerdo con la antigua consigna inscrita en el templo de Apolo en Delfos y que se atribuye, nada más ni nada menos, a los siete sabios de Grecia.

El arte de vivir es el más exigente de las artes si nos atenemos a la formula socrática de “Conócete a ti mismo” cuando el sujeto más lejano a nosotros, somos nosotros mismos según el prusiano Friedrich Nietzsche. La artesanía vital adquiere un rumbo trascendental, sublime en San Agustín: “Señor, que te conozca a ti primero, para después conocerme a mí mismo”, impreca el santo de Hipona. Intuyo que San Agustín se refiere al Dios bueno que habita en lo profundo de nuestro corazón.

La fórmula moral, sin duda, la encontramos en el principio de la caridad, es decir en la práctica del amor que pregonan la mayoría de las religiones “No hagas con el otro lo que no te gustaría hicieran contigo”. Homologaría la sacra doctrina al Primun non nocere, “Lo primero es no hacer daño” del ideario hipocrático que seguimos los médicos como postulado ético.

“Todos los grandes maestros del ser humano han llegado a las mismas normas de vida, la esencia de estas normas es que la superación de la codicia, las ilusiones y el odio, así como el logro del amor y la compasión, son las condiciones para alcanzar el óptimo ser”. Según Erich Fromm

La Urbanidad de Carreño, la Ética de Amador, de Fernando Savater, el “Arte de Vivir” de Epicteto y Erich Fromm fueron, entre otros, textos que imponía de lectura a mis estudiantes de medicina para iluminarles el camino de la carrera con sus sabias enseñanzas. De Epicteto, por ejemplo, “Cada dificultad de la vida nos ofrece una oportunidad para mirar en nuestro interior e invocar nuestros recursos internos. Las tribulaciones que soportamos pueden y deben darnos a conocer nuestras fortalezas”.

Proseguir toca, no parar, a sabiendas de la brevedad de los días que me quedan, de que la hora de la partida definitiva puede llegar en cualquier momento. La aceptación de este contexto perentorio motiva a llevar una existencia moderada, sin demasías. De acuerdo con Savater “Lo que me interesa no es si hay vida después de la muerte, sino que haya vida antes. Y que esa vida sea buena no simple supervivencia o miedo constante a morir”.

Desconocer lo natural de la muerte en los tiempos fantasiosos de la juventud puede ser causa primera para no tener el sosegado encanto  de llegar a la senectud. Ilusos pensamos que los viejitos son los que se mueren.

Desconocer lo natural de la muerte en los tiempos fantasiosos de la juventud puede ser causa primera para no tener el sosegado encanto  de llegar a la senectud. Ilusos pensamos que los viejitos son los que se mueren.

La temática sobre el final de la vida apasionó en mi larga trayectoria docente tanto en las cátedras de ética médica y bioética como en anestesiología. Realizaba, cada semestre, dos o tres seminarios sobre diferentes tópicos relacionados con este capítulo, con activa participación de los alumnos.      – Alguna de mis estudiantes comentaba que, al momento de preparar unas diapositivas, en su casa, para un seminario sobre “Aspectos éticos y legales sobre la muerte” se le acercó un familiar y escandalizado le pregunto ¿Qué, cómo así, un seminario sobre la muerte? ¿Y a ustedes les dan clases sobre la muerte? Le parecía extraño, algo ilógico, que una estudiante de medicina revisara semejante contenido.

Es increíble, pero existen personas para las que la muerte es un tabú cuando se trata de ellas; la de los otros mortales sí que  llama su atención. La crónica roja, la noticia sobre los muertos de cada día, por su gran audiencia, define la preferencia de los medios de comunicación escritos y audiovisuales.

Al fin anestesiólogo – reanimador tocó enfrentar al temible enemigo en innumerables circunstancias en que la vida salía triunfante y, en otras, menos en que acababa vencida por la temible guadaña que no perdona la finitud y fragilidad de la condición humana.

Cuando nos detenemos a meditar sobre la muerte, aunque parezca paradójico, estamos haciendo una reflexión sobre la vida, exactamente, sobre el verdadero rumbo que debemos dar a nuestra existencia. La primera enseñanza que nos deja es sobre el carácter fugaz de la felicidad. Son, en verdad, efímeros los momentos de gozo y placer contra los largos y penosos de sufrimiento y tristeza.

La muerte es un hecho inexorable que debemos tener en cuanta en nuestros planes y proyectos de vida y no mirarla con una actitud negativa, es positivo pensar en ella en vez de asumir un comportamiento escurridizo, haciéndonos los desentendidos, desconocer que es el destino inherente a todos.

La navidad es época de jolgorio y de encuentro, de encuentro, sobre todo, con las personas que más amamos. Sin embargo, en medio de los festejos nuestro ánimo se llena de nostalgia por los seres queridos con quienes compartimos tantos momentos felices y que ya no están. El recuerdo imborrable de sus vidas es el acicate que nos debe impulsar a imitar su ejemplo en procura de un mejor año nuevo con planes y proyectos exitosos tanto en lo material como en lo espiritual. 

“Los autores de nuestros días, los que enjuagaron nuestras primeras lágrimas, sobrellevaron las incomodidades de nuestra infancia, consagraron todos sus desvelos a la difícil tarea de nuestra educación son para nosotros los seres más privilegiados y venerables que existen sobre la tierra”, de la Urbanidad de Carreño.

Caigo en cuenta, para concluir este escrito, que cualquier plan o proyecto, aparte la logística que su realización implica debe llevarnos a una seria consideración sobre el milagro de la vida y lo natural de la muerte.

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