¿Qué es el Pensamiento? ¿Qué significa pensar?

El conocimiento evoluciona junto con el ser humano que conoce y no como una repre­sentación exterior, es decir, objetiva. El conocimiento no es una fotografía del entorno que nos rodea, es una configuración personal del sujeto que conoce y evoluciona con éste. La vida, la conciencia, la mente y el pensamiento, está en la configuración y en el sistema dinámico-relacional, que es el que se materializa como propiedad emergente. El pensamiento no es un algo, no es una cosa, es una relación. “Mi mente tiene la cualidad de «estar ahí», lo que me permite relacionarme con los otros. Por ejemplo, yo interacciono; pero cuando intento aprehenderla, no está en ninguna parte (está distribuida en la red subyacente)” (Francisco Varela).

Tenemos que abandonar el enorme peso muerto del materialismo, objetivismo, reduccionismo y determinismo de la tradición occidental y auto-configurarnos a una forma de pensar más planetaria. El ser humano configura el mundo que le rodea mediante el lenguaje, es decir, los eventos, hechos, acontecimientos, sucesos y situaciones que experimenta el ser humano son el resultado de la interacción dialógica, y el pensamiento es la configuración lógica de dichos procesos.

Como se aprecia, el pensamiento no es una variable, no existen seres humanos que piensen más o menos, todos los seres humanos piensan o no piensan, pero no podemos medir el pensamiento humano, por cuanto es una cualidad inconmensurable.

¿Qué es entonces el pensar? La respuesta de Humberto Maturana fue que la distinción que hacemos al hablar del pensar hace referencia a lo que sucede en nosotros cuando nos detenemos un momento, largo o corto, en nuestro discurso y en el silencio dejamos que algo nos pase internamente hasta que lo retomamos en un estado modificado por ese silencio sin discurso. El resultado de lo que sucede en ese intervalo parece surgir siguiendo la lógica de un discurso oral, pero ocurre en el sistema nervioso en un movimiento transformacional de relaciones activas en una configuración cerrada que tiene sentido y significado en el espacio psíquico humano. Es más, “nos pasa lo mismo en el proceso de lenguajear en el que nuestro discurso surge en lo que nos parece un pensar discursivo al que no tene­mos acceso” (Humberto Maturana). Ese operar, en criterio de Maturana, no ocurre con las categorías de ese espacio, y por lo tanto no corresponde a un razonar discursivo. En consecuencia, Maturana estima que el pensar no es otra cosa que una distin­ción que hace un observador cuando percibe que un ser humano genera conductas que tienen sentido y significado en la configuración dinámica relacional con el entorno en el que vive.

Varios científicos socio-humanos, y en particular los lingüistas y filósofos, hacen referencia a lo que ocurre en el sistema nervioso, y han hablado, como si para ellos el sistema nervioso operase con categorías pro­pias del espacio psíquico humano tales como intencionalidad. Eso, desde lo que Maturana dijo, es un error, por cuanto el cerebro no funciona con procesos externos ya que es una configuración cerrada determinada por su propia configuración y no por configuraciones externas. Sin embargo, no cabe duda de que “una vez que la intencionalidad aparece como categoría del espacio psíquico humano, la deriva estructural de nuestro sistema nervioso sigue un curso que lo lleva a operar de un modo que no tiene sentido en un espacio psíquico en el que hay intencionalidad”.

Maturana señala esto porque estima que mientras no se reconozca la biología de lo psíquico en los términos presentados aquí, no se podrá comprender la dinámica fenoménica de lo que connotamos al hablar de la mente y el pensamiento humano. Por otro lado, el pensar poético, en la mirada de Maturana, no se detuvo en las relaciones locales, conecta, y es, por lo tan­to, esencialmente comprensivo. De ahí su carácter metafórico, invitante a otra parte que se parece pero que no es lo mismo, como isofórico, que invita a lo mismo, a otro caso igual, pero que ocurre de otra manera.

Explicaba Maturana que la mente no está en la cabeza, sino en la conducta. Por otro lado, como consecuencia de lo anterior, Maturana consideró que el razonar pertenece al operar en el lenguaje y en el lenguajear con abstracciones de las coherencias experienciales que un observador distingue en cada dominio de hacer en que se vive el lenguajear de un razonar particular. “El hacer puede pertenecer al ámbito de la manipulación o de la reflexión, el mismo razonar es un hacer, lo que para el razonar es igual pues cada dominio de hacer queda definido por las coherencias operacionales que lo constituyen” (Humberto Maturana).

En cada instante es posible comenzar, es sólo una decisión. En cada momento de nuestra vida configuramos un mundo nuevo o seguimos con el mundo antiguo. Algunas personas no quieren configurar un nuevo mundo lleno de amor, paz y felicidad, se aferran al rencor y a la guerra. En verdad si esa es la clase de cotidianidad que alguien me ofrece, entonces prefiero alejarme y buscar otro camino. No quiero transitar por el camino lleno de espinas que esa persona construye cada día. Quiero que mi camino sea de rosas sin espinas. Pero para lograrlo es importante la reflexión.

Gregory Bateson muestra un razonamiento mucho más controvertido pero interesante, al afirmar que la mente no sólo debe asociarse a las interacciones neuronales de nuestro cerebro sino además a procesos externos que se desarrollan en toda la sociedad, es decir que para que exista la mente no necesariamente tiene que existir un cerebro por cuanto la mente está presente en toda la ecología planetaria. Desde la mirada batesoniana todos los seres vivos tienen mente, incluyendo las plantas porque asocia la mente a la vida, y las plantas para vivir no necesitan cerebro pero si necesitan mente, es decir, cognición. Sin embargo, Maturana consideró que la única diferencia sustancial entre los seres humanos y los animales está relacionada con la mente. Tenemos la capacidad de reflexionar porque vivimos en el lenguaje. La reflexión no es racional, es emocional, es el deseo y la decisión de soltar nuestras creencias arraigadas para mirarlas desde lejos. En este sentido, la reflexión nos permite modificar nuestras emociones y cambiar nuestra conducta, por cuanto al reflexionar podemos salirnos de la emoción que guía nuestra conducta y podemos fluir hacia otras emociones.

La reflexión, como acto que suelta la certeza y deja volar lo que tengo encerrado en mi mano, la aparente verdad, permite una mirada muchas más abarcadora mediante un pensamiento configuracional, en un espacio de relaciones diferente de aquel en el cual se vive desde la certeza. Por ejemplo, si yo estoy convencido de que tengo un cierto modo de ser y actuar, pues puedo observar que la diná­mica relacional de mi biopraxis conserva ese modo de ser y actuar. La reflexión nos lleva a detenernos y mirar lo que hago para ver si quiero seguir haciendo esto que hago, y si deseo cambiar, pues cambio, pero para cambiar debo reflexionar, y para reflexionar debo mirar mi comportamiento, y para mirar mi comportamiento debo detenerme, ponerle un stop a mi andar cotidiano.

Cada instante de la vida es propicio para comenzar de nuevo, pero en cada momento podemos continuar por un camino antiguo. Algunas personas deciden seguir por la biopraxis antigua, el camino del odio, la guerra, el rencor, el dolor y el resentimiento. Otras decidimos transitar el camino del perdón y la reconciliación, la paz, la armonía y la tranquilidad. A aquellas personas debemos dejarlas en su camino de la discordia e irnos por el camino del sosiego. En cada instante es posible comenzar, es sólo una decisión. En cada momento de nuestra vida configuramos un mundo nuevo o seguimos con el mundo antiguo. Algunas personas no quieren configurar un nuevo mundo lleno de amor, paz y felicidad, se aferran al rencor y a la guerra. En verdad si esa es la clase de cotidianidad que alguien me ofrece, entonces prefiero alejarme y buscar otro camino. No quiero transitar por el camino lleno de espinas que esa persona construye cada día. Quiero que mi camino sea de rosas sin espinas. Pero para lograrlo es importante la reflexión.

Ya hemos expresado que Maturana señaló que el sistema nervioso es una configuración cerrada autopoiética, de ahí que sus procesos neuronales no necesitan funciones, ni procesos externos, ni ideas, ni símbolos, ni iden­tidades que pertenecen espacio relacional. Esa no es la dinámica del sistema nervioso ni del cerebro.

Tienes que abrir tu mano. Tienes que abrir la mirada para ver lo que tienes. Y en ese proceso puede que cambie. Tienes que soltar la certidumbre por un momento. Por eso Maturana, en ocasiones también detalló que “el saber es enemigo de la reflexión. Claro, que el que sabe no reflexiona. El saber es enemigo de la reflexión. Si yo sé cómo es, para qué voy a pensar cómo es” (Maturana). De esta manera, Maturana pensó que, para todos nosotros, el recurso fundamental somos nosotros mismos. Las distintas historias de vida, tienen distintas oportunidades para la reflexión.

Es evidente que a partir del pensamiento y la reflexión el ser humano puede reconfigurar su configuración afectiva-emocional. Los seres humanos tenemos la maravillosa posibilidad de reflexionar sobre nuestras biopraxis cotidianas, al vivir en el lenguaje, y en esa reflexión surgen nuevas relaciones que se cultivan, consolidan y conservan en nuestra historia y en nuestro devenir como seres que vivimos en el lenguaje. De esta manera, podemos configurar nuevas configuraciones afectivas y emocionales a partir de la reflexión. Y esta emocionalidad determina nuestra conducta.

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