“La vida es la mejor cosa que se han inventado”. Pero “LA ILUSIÓN NO SE COME”, le replica. El coronel le descarga esta frase de amor: ” NO SE COME, PERO ALIMENTA“. Gabriel García Márquez. “El coronel no tiene quien le escriba”.
Durante la docencia, entre las asignaturas que asumí estaban, entre otras, Lógica, Sociología y Filosofía del Derecho y Ética, así como Interpretación y Argumentación Jurídica, las cuales orienté en Facultades de universidades como Libre, Atlántico, Simón Bolívar y CUC, lo que me impulsó a estudiar, a nivel de Maestría, ética y filosofía política, en un convenio que existió entre Uninorte, Univalle, Uniantioquia y Universidad Nacional, teniendo como profesores a los mejores docentes de esas universidades en autores clásicos y modernos de la historia tanto de Filosofía, Ciencia Política y Ética.
No dudo al afirmar que fueron mis mejores estudios superiores por el rigor intelectual y académico que representaron durante años sabrosos, en que compartir noches enteras de “debates, diálogos y negociaciones” con los compañeros, entre ellos médicos, sociólogos, sicólogos licenciados, sacerdotes y abogados, de quienes guardo recuerdos del más puro afecto humano, ya que no sólo disfrutábamos de las enseñanzas de los maestros, sino que bajo las lunas encendidas degustábamos, como caribeños, de chicharrones grasosos y crocantes bajándolos a pico de whisky o “frías”, escuchando Latin Jazz y salsa, como El Faisán, por ejemplo. Años de auténtico hedonismo intelectual en Barranquilla, donde “cachacos” dicen “Que no sabemos leer“, olvidando que aquí nació la librería nacional y se arrulló el único premio nobel de literatura de éste país de legisladores “mafiosos” y periodistas “tendenciosos”.
En esa maestría hice estudios sobre los alcances filosóficos del artículo 20 de la Constitución Política del 91, el que consagra derechos fundamentales como: Libertad de expresión, de opinión y el derecho de doble vía de información – quedó una tesis -. Como también, sobre los cimientos éticos de esa Constitución como lo son los principios fundantes, entre ellos el respeto de la dignidad humana. Con la estructura cognitiva de la maestría enfrenté la cátedra y el litigio judicial en causas locales de verdaderos retos éticos e intelectuales. Por eso, me atrevo a hablar de eutanasia y/o muerte digna y periodismo libre, mezclando dos asuntos que parecen incompatibles, para intentar demostrar que no lo son desde lo ético del derecho y la política.
En estos días de Octubre un par de hechos noticiosos, han despertado aquellos estudios. Uno: El nobel de paz otorgado a dos periodistas, una filipina y un ruso. El otro: la censura al buen morir de una madre colombiana. Ambos sucesos se cruzan, en mi óptica, en un solo punto: la libertad humana, de morir y expresar con dignidad lo que se piensa y sé cree debe hacerse, sin el tutelaje de otros.
Entonces, para el abordaje de tan complejos aspectos de la vida nacional, debo expresar con énfasis pedagógico que la constitución política colombiana consagra, con epistemología filosófica, los postulados éticos del liberalismo sobre los conceptos de la vida y de la política, desde Aristóteles hasta kant, recogidos por jurisprudencias de la corte constitucional en relación a derechos como información, opinión y expresión, como del derecho a la vida humana, es decir a vivir dignamente, que incluye el de morir igual. Desde ese horizonte asumo esta reflexión que comparto libremente con nuestros lectores.
El nobel. Para el Comité Noruego que otorgó el premio Nobel de Paz, a dos periodistas existe la necesidad de un periodismo “libre, independiente y basado en hechos“. Además que “Proteja los derechos fundamentales contra el abuso del poder, las mentiras y la propaganda de guerra”. Y remata afirmando que: “la libertad de expresión es la mejor defensa de una sociedad contra la guerra y los conflictos. No hay democracia sin libertad de expresión” (El Tiempo. 9/10/2021).
En breve declaración, luego de conocer el galardón a su oficio de reportera, la periodista filipina María Ressa dio esta recomendación al colegaje: “¡pensar despacio!”.
La censura. Para los días de los premios los nobel, el exrector de la Universidad Javeriana, Gerardo Remolina, concedió una extensa entrevista promocional de su libro: “en el mar de la duda, navegantes en pos de la verdad“. En ella expresó al ser preguntado sobre la eutanasia, que días antes era, otra vez, noticia por la censura clínicamente a una rogada muerte digna, lo siguiente:
“Con relación a la eutanasia ahí si hay una postura más religiosa. La postura es que la vida no es algo que nos pertenezca; somos administradores, no dueños, porque no nos la dimos nosotros mismos. Por el otro lado, dicen: precisamente, si somos administradores, podemos tomar una decisión razonable. En este momento, la humanidad está en la duda“.(El Tiempo. 10/12/2021).
Desde que se prohibió un procedimiento clínico, previamente autorizado, en la prensa nacional y local se abrió un debate sobre el tema de la eutanasia, el cual modula el ejercicio ético del periodismo colombiano y, por ende, el de la política legislativa y del gobierno nacional sobre tan delicado asunto de la vida privada de los colombianos.
Declaraciones. “El comité científico interdisciplinario para el derecho a morir con dignidad a través de eutanasia del instituto colombiano del dolor (incodol), según reunión del 8 de octubre del presente año, en la que se revisó y analizó de nuevo de forma amplia y suficiente la solicitud de la sra. M.L.S., concluyo de manera unánime cancelar el procedimiento a morir con dignidad a través de eutanasia programado para el día 10 de octubre de 2021“(ver El Tiempo 10/17/2021).
La vida es un derecho humano. No un deber de vivirla sin calidad y suficiente dolor. Allí radica lo sagrado de la vida. Por tanto, el titular indiscutible es la persona individualmente considerada como ser autónomo (art. 5 constitucional). Autonomía que significa pensar por sí mismo. De manera que por más autoridad de tenga un Comité Científico, un Ministerio de Salud, una Iglesia Católica o cualquier otro poder terreno, no pueden sus criterios prevalecer sobre los derechos inalienables de una persona, derechos que están por encima de la familia, la sociedad y el estado.
Posterior a tal declaración, el Ministerio de Salud la avaló y expresó que ignoraba la existencia de un fallo de constitucionalidad, sobre la ampliación de la eutanasia a paciente no terminales, cuyo sufrimiento haya, con inminencia, deteriorado el disfrute a satisfacción plena del derecho a vivir dignamente. Y haya tramitado, consciente y voluntariamente, el procedimiento eutanásico.
Es evidente, entonces, que existe razón suficiente para el debate en el que se mezclan, a mi comprensión, desinformación (a la paciente), mala información (a la opinión) e ignorancia (de un ministerio -no religioso- y un comité científico) sobre los alcances éticos de la titularidad de los derechos fundamentales de la persona humana consagrados constitucionalmente, como la vida digna y la libertad de información veraz e imparcial.
La vida es un derecho humano. No un deber de vivirla sin calidad y suficiente dolor. Allí radica lo sagrado de la vida. Por tanto, el titular indiscutible es la persona individualmente considerada como ser autónomo (art. 5 constitucional). Autonomía que significa pensar por sí mismo. De manera que por más autoridad de tenga un Comité Científico, un Ministerio de Salud, una Iglesia Católica o cualquier otro poder terreno, no pueden sus criterios prevalecer sobre los derechos inalienables de una persona, derechos que están por encima de la familia, la sociedad y el estado.
Esa postura filosófica, del más puro liberalismo, cuyas ideas recoge la Constitución Política del 91, es la que ha asumido, entiendo, la Corte Constitucional en la reciente sentencia, C-233/2021, sobre la eutanasia. La que desvergonzadamente ignora el Ministerio de Salud y el tristemente célebre Instituto Colombiano del Dolor para pisotear el sagrado derecho de morir de una colombiana, cuya vida se deterioró por una enfermedad incurable y con suficiente valentía ética decidió morir joven y sonriente. Tremendo pecado en un país de cínicos.
También he leído, en noticias y columnas de opinión, que en Colombia la eutanasia está legalizada. Lo que a mi entender no es cierto. Por ello el debate y la negociación cada vez, desde hace 25 años, que un adolorido paciente colombiano decidí morir dignamente. Lo que existe es jurisprudencia constitucional al respecto del tipo penal homicidio por piedad, el cual se mantiene incólume en la estructura del Código Penal vigente. La Corte ha enseñado que una conducta que ayude a morir no debe ser punible en determinadas circunstancias del “delito”. Y ha advertido al congreso de la república a que legislé sobre el derecho, inherente a la vida humana, de morir dignamente. Pero el legislativo nacional está lleno de mochileros, que del Salón Elíptico pasan a La Picota, y no de mentes brillantes. Solo mentes libres podrán redactar una ley sobre eutanasia. Para ello deben aprender a pensar con Aristóteles y Kant. De lo contrario seguirán comprando votos.
Entonces, como es evidente, no tenemos un periodismo libre que oriente a la opinión sobre los derechos fundamentales del ciudadano como la libertad de decidir sobre su muerte y elegir un legislador y un gobierno sabio para tener un país a la altura del espíritu liberal de su constitución política. Quedo esperando el fallo de tutela que se promovió, dicen las noticias, para que la señora a la que le censuraron la eutanasia, muera dignamente. Amen.
La próxima: Sentencias penales y opiniones periodísticas.