El cadáver de joven madre fue “enterrado” en ponedera.
El 30 de abril reciente, converse con un significativo grupo de Defensoras de Familia, vinculadas al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Regional Atlántico. Y entre lo dialogado surgió, como siempre, el asunto del papel crucial de las madres en la solución, o no, de los habituales conflictos familiares en los que las defensoras deben intervenir en la búsqueda de mantener, por encimas de las olas, la institución “célula” de la sociedad. Al mediodía, almorcé con mi única hija Oona Isabel, en uno de los buenos restaurantes árabes que han brotado en el norte de esta Barranquilla exquisita, para celebrar su cumpleaños. Ella es madre de dos de mis nietos, Emilio y Gabriel, así que le conté de la conversación de esa mañana en que hablé, además, del Derecho fundamental de todo niño “a tener una familia y no ser separado de ella“(art 44 constitucional).

Después de tales actos de diálogos, uno social y otro familiar, quede convencido que debía escribir, alguna nota, sobre el día de las madres-que ya no sólo es un domingo sino todo el mes de mayo-. Por las circunstancias de esta vida ligera que bien vivo, se me agilizaron los días, entre aguaceros curramberos y noches de rocío bogotano, y decidí escribir, esto que hasta ahora escribo, antes de finalizar mayo recordando el nacimiento de mi madre, Ma. Caamaño.

La frase: la maternidad es la humanidad no es de mi cosecha. Pero, muy seguramente, si es fruto de las lecturas de autores como: Edgar Morin en “la vida de la vida“(Cátedra) y Yuval Noah Harari en “de animales a dioses, breve historia de la humanidad”(Debate). Sin olvidar “la vida humana“(Paidós) de André Comte-Sponville. La frase misma puede servir para debatir aquella expresión marxista “el papel del trabajo en la transformación del mono en hombre“. ¿Les parece?
Harari, al desarrollar “los costes del pensar” en la evolución, relata que a “las mujeres pagaron más. Una andadura erecta requería caderas más estrechas, lo que redujo el canal del parto, (…). A las mujeres que parían antes, cuando el cerebro y la cabeza del niño eran todavía relativamente pequeños y flexibles, les fue mejor y vivieron para tener más hijos. Por consiguiente, la selección natural favoreció los nacimientos más tempranos”.(opus cite. pág 22).
La humanidad es una invención de las mujeres. Es que ella fue la primera en amar”

Antes Morín, en “la humanidad del amor y el amor a la humanidad”, explica que “el amor humano tiene dos fuentes animales más cercanas. Una es la relación mamífero madre —hijo: es decir, la continuación extrauterina en el amamantamiento, y después en el apego, del vínculo simbiótico entre los dos seres. La otra es la relación simbiótica de la pareja macho/hembra…”(ver opus cite pág 510).
En ese mismo orden histórico y socio-biológico, el filósofo Comte-Sponville, en “nacer” cuenta: “la madre es distinta.(…). Entre los humanos, ella deberá proteger a su pequeño -incluso, a veces, contra el padre- durante años, ayudarle, consolarle, lavarle, amarle, hablarle, escucharle, educarle…la humanidad es una invención de las mujeres. Es que ella fue la primera en amar”(ver opus cite pág 32).
Presentados, entonces, los fundamentos epistemológicos que soportan racionalmente el titular de la presente columna, me pregunto: cómo es que los índices de feminicidios y violencia contra las mujeres en Colombia sean altísimos? Qué respuesta dar frente a la dolorosa y fría realidad de una sociedad que maltrata y mata a las mujeres? No es barbarie. es inhumanidad.
Las mujeres para lograr “la dicha de ser madre“, lo cuenta la historia, lo confirma la biología y lo expresa la filosofía, deben someterse a grandes sacrificios, no sólo corporales sino espirituales. Y tales sacrificios no son reconocidos sino un domingo o, ahora, un mes; cuando deben ser reconocidos siempre. Por una razón muy sencilla: dan y preservan la vida.
La vida humana, la del abrazo, la del placer de vivir. Entonces, recordando a Ma. Caamaño, mi madre, quien murió a los 90 años guerreando, celebrando a mi hija Oona Isabel madre amorosa de sus dos hijos y anhelando a las señoras bonitas -de “mis tragas bonitas”- que gozan la dicha de ser madres, no puedo sino desear larga vida a todas las madres…son ellas las creadoras y sostenedoras de la humanidad. Nos dan el cielo en la tierra. Las amo…mamás.

Epilogo. Cuando esta columna estaba redactada leo, en “zona cero“, el hallazgo del cadáver de una joven madre “enterrado”, no sepultado, en un lote del predio de invasión donde vivía. Lo halló en vecindario por los olores que expande la muerte sin dolientes. La noticia me dolió y confirma la desgracia de los crímenes contra las mujeres. En Ponedera, municipio del sur del Atlántico, aún no ha llegado la humanidad! Que tristeza. Q.D.E.P. la madre joven asesinada.
La próxima: Retratos de jazz.