“No dedico mis columnas a denuncias contra personas, pues no soy periodista investigativo SINO UN SIMPLE OPINADOR“. Rodrigo Uprimny. El Espectador 7/3/22._____________________
Renuncie a ser catedrático universitario para trabajar como redactor de crónica roja en el desaparecido diario del caribe, sin tener diploma de periodista o comunicador social, así que lo primero que hice, lo recuerdo, nítidamente, fue comprar una colección de 11 libros sobre los géneros del periodismo, a cuyo estudio dedique los fines de semana de los dos primeros años del nuevo oficio: reportero o cronista judicial. Obvio, era soltero, vivía bajo la tutela de Ma. Caamaño, en la casa de “Kali-man”, mi padre, en El Santuario y mi vida era leer e ir a cine.
Sí. Pero antes de celebrar el contrato de trabajo como redactor de planta escribía, semanalmente, en el mismo diario una reseña de libros, a-solapados, con el seudónimo de bustrofedón, personaje de Guillermo Cabrera Infante, Caín, y comentaba películas. Amén de ser profesor de colegio y universidad. Cuento esto para decir que no llegue al periodismo como periodista sino como columnista, lo que hacía en El Heraldo desde que era estudiante de ciencias sociales y económicas, en la Universidad del Atlántico. O sea, no sabía qué era noticia ni nunca había redactado una. Solo escribía de mis lecturas e idas a cine, en salas oscuras o bajo la luna.
Debía aprender. Aprender un oficio que me gustaba y me daba salario para tener mí familia. Antes, todo era bohemia. Entré a “competir” con amigos colegas, todos periodistas graduados y/o con una larga trayectoria en “el mejor oficio del mundo” (calificación leída en Camus y refrendada por Gabo). Nada fácil. Así que en dos años sin vacaciones aprendí, a mi manera, qué es: crónica, entrevista, reportaje y también, qué es la noticia. Solo. O mejor, en aquellos libros que “naufragaron” en la biblioteca de El Santuario y con la práctica diaria en la trepidante sala de redacción del querido e inolvidable diario del caribe, en el Barrio Abajo. SIN HORARIO. De día. De noche. En la madrugada. El periodismo es un oficio sin horario ni descanso. Sé ejerce hasta dormido: soñando. Imaginando el relato. Por eso su cordón umbilical con la literatura. Un auténtico periodista nunca se va de vacaciones. el olfato canino lo conduce a donde palpita la noticia. Y ésta, coqueta, no duerme, no descansa. Como buena amante le encanta que la persigan…la busquen, hasta encontrarla cálida en el horno de los acontecimientos.
Y bien. ¿Qué es una noticia? Toda noticia es un relato. Una historia. Sea contada en radio, prensa o televisión. No siempre un relato se puede contar en las redes sociales, amen que el autor sea un genio como Augusto Monterroso. La noticia requiere tiempo y espacio. Meditación de escritor o narrador. El contraste. la verificación. La evidencia. La certeza de la historia. Por eso, ese relato tiene una estructura narrativa. Estructura que la diferencia del chisme, del insulto y/o del cuento de cocina: historia de comadres, que tanto se “estila” en las redes sociales y sus canales electrónicos.
Dicha estructura responde a interrogantes esenciales. Estos son: qué, quién, cómo, cuándo, dónde y por qué. Al indagar sobre los hechos el redactor periodístico, el que trabaja para un medio de comunicación social, va elaborando la noticia verificando cada una de estas preguntas, denominadas en el argot “el tendedero“. Si falta alguna el hecho se desfigura, además sí así se divulga ingresamos al terreno de la desinformación, de la especulación, de la inmediatez, de la destrucción o invención del hecho como fuente noticiosa.
Como puede notarse la noticia es un proceso creativo, complejo, investigativo, sobre un acontecimiento real, objetivo que requiere de la intervención de un reportero, con mente y tiempo suficiente para encontrar el núcleo o “almendrón” de lo qué es la noticia. Por eso no todo lo inmediato es noticia, pero si lo reciente, pues si pasa el tiempo el hecho se vuelve historia. Y la historia es ciencia que exige otra técnica narrativa. Otra redacción. La historia es arqueología, la noticia es sociología. Yo tuve una enciclopedia con el título “reportaje con la historia“, recuerdo. Un reportero debe ser un lector historia y de historias como ciencias humanas. Sin ese bagaje, no será sino un “cuentero” o especulador del oficio.
Obvio que el proceso creativo, el pensar noticioso, está mediado por la tecnología que utilice el redactor y/o periodista. Mis herramientas fueron: libretas de apuntes y/o grabadora de cassetes y máquina de escribir Olivetti. Es decir, de campo. Hoy se puede ejercer el oficio con un smart-phone de alta gama, aparato que entrega todo, menos la mente, para ser un redactor de noticias a su antojo. ¡Petit diferent!. El medio tecnológico configura entonces la brecha entre noticia y opinión. ¿Se entiende?
¿Qué es opinión?. En una de las ediciones de la revista semana de abril pasado, leí el siguiente párrafo en una especié de editorial:
“El periodismo debería hacer siempre un esfuerzo por reflejar la verdad. Sin embargo, una inmensa minoría cree que tiene la “verdad revelada” y la autoridad moral de informar a los demás. Esta dictadura de la opinión está también articulada que tiene cabeza y un verdadero ejército en las redes sociales de muchos seguidores“.
La revista reduce acá al periodismo a la opinión expresada dictatorialmente en las redes sociales. Por lo que es importante saber si la opinión expresada en redes o medios es periodismo, ya que lo que intentamos es exponer una brecha que agrieta, no tanto conceptual sino real los límites entre noticia y opinión. Distinción o límite del oficio como lo expresa R. Uprimny en el epígrafe: “…no soy un periodista investigador, sino un simple opinador”. Pero asume que es periodista, aunque confiesa humildemente ser un simple opinador, o sea no periodista pues este debe ser investigador. Dejando claro que ser periodista es ser investigador, más no para ser opinador hay que ser investigador.
Por la dialéctica del oficio en mano de la tecnología digital (instantánea) en el ejercicio del mismo: Sé puede ser opinador sin ser periodista. ¿Ello? Porque opinar no es Informar como oficio, sino comunicar simplemente como persona, como ciudadano, ideas, emociones, visiones no necesariamente noticiosas. ¡Se entiende! Muchísimas veces tendenciosas. Apasionadas.
Sé puede ser opinador sin ser periodista. ¿Ello? Porque opinar no es Informar como oficio, sino comunicar simplemente como persona, como ciudadano, ideas, emociones, visiones no necesariamente noticiosas. ¡Se entiende! Muchísimas veces tendenciosas. Apasionadas.
Paradójicamente es por la opinión por donde comienza la historia del periodismo en Occidente, amen que consideremos a La Iliada y a La Odisea, relatos esclarecedores de Homero, como noticias y, como tal, el nacimiento del relato periodístico. En la sentencia de la Corte Constitucional, la No.C-087 de 1998, con ponencia del difunto filósofo del Derecho, Dr. Carlos Gaviria Díaz, que declaró inexequible la Ley que exigía tarjeta profesional para ejercer como periodista en Colombia, se enseña lo siguiente:
“En el diálogo menón o la virtud trata Platón, por boca de Sócrates, lo que es la opinión oponiéndola al conocimiento.“(…) Y seguidamente cita a Descartes, en El Discurso de Método al definir que: “el buen sentido es la cosa mejor repartida en el mundo: porque cada uno piensa estar también provisto de él, que aun aquéllos que son los más difíciles de contestar en cualquier otra cosa, no acostumbran desear más del que tienen“.
Esta mezcla del mito griego de la virtud con la racionalidad cartesiana del buen sentido, expuesta con la sabiduría de Gaviria Díaz, me permite responder qué es la opinión. Es el virtuoso sentido que de las cosas tiene todo el mundo, distinto al conocimiento que adquiere el que estudia o investiga para atreverse a comunicar, que no es todo el mundo. Por eso, Uprimny confiesa ser “un simple opinador y no un periodista investigador”. Es decir, para opinar no se exige tener conocimientos, para ser periodista-opinador SÍ. Pero, en Colombia existen “periodistas de opinión” que se escudan en la simple opinión para acusar y juzgar, pues la jurisprudencia constitucional absuelve de cualquier clase de responsabilidad el opinar en un medio periodístico. ¿Es justo? O ¿es un privilegio?
¿De dónde deviene el aparente enredo hermenéutico? A mi entender del artículo 20 constitucional. Norma que literalmente dice:
“Se garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación.(…).no habrá censura“.
Es claro que esta norma jurídico-política, redactada y aprobada por una Asamblea Constituyente multipartidista y ecléctica, filosóficamente hablando, mezcló la noticia y la opinión, dejando una grieta o brecha, muy estrecha, entre ambas manifestaciones de la libertad de expresión -libertad pública e impúdica- en el ejercicio democrático para una sociedad tri-étnica como la nuestra, no solo dividida por la violencia endémica, sino por la geografía y costumbres de montañas, nevados, ríos, mares, sábanas y hasta desiertos. No se piensa igual en Pasto que en El Cabo de la Vela. O ¿sí?
Obsérvese que para las opiniones la norma constitucional utiliza el posesivo SU, mientras a las informaciones le exige veracidad e imparcialidad. O sea, para opinar solo sé debe tener libertad y expresar su verdad parcial, pero para informar hay necesidad de buscar imparcialmente la verdad de los hechos reales objetivamente noticiosos, no presuntos. Esa delgada diferencia encierra todo un debate biológico-cultural, es decir ético sobre la libertad de expresión. Para opinar no se exige ni saber redactar o escribir, basta ser “amigo” del director o dueño del medio. Entonces, aquí todos somos periodistas de opinión, aunque no sé sepa leer ni escribir, solo ser adicto a las redes. No me pidan ejemplos, por favor.
En un país medieval como Colombia, donde aún muchos desean que les garanticen privilegios, más no derechos, los periodistas se apropiaron, como un privilegio, de la libertad de expresión para opinar e informar al mismo tiempo. Por eso, tenemos periodistas de opinión (pequeños jueces sin estudios) e ignorantes informando. Para demostrarlo repito la frase del epigrafe en su inocencia a lo Poncio Pilato: “…no soy un periodista investigativo, sino un simple opinador“. Su autor fue magistrado auxiliar de la Corte Constitucional. Cógeme ese trompo en la uña!.
En días pasados, en la sentencia T-203/22, del 9 de junio, la Sala Primera de Revisión de la Corte Suprema de Justicia, con ponencia de la Magistrada Dra. Diana Fajardo Rivera, concedió una Tutela promovida por la fundación para la libertad de prensa, flip, contra Juan Pablo Bieri Lozano, exfuncionario del actual gobierno nacional por publicaciones en la Red Social Twitter, ordenando rectificar lo afirmado por vulnerar el buen nombre de la flip. La acción constitucional había sido considerada improcedente en primera y segunda instancia. La Corte reviso ambas decisiones bajo el argumento de: “…brindar una oportunidad para delimitar el alcance del derecho a la libertad de expresión frente a discursos estigmatizantes difundidos por funcionarios públicos…sometidos a cargas especiales en tanto deben garantizar al público la difusión de información lo más completa y ecuánime posible“.
Es decir, no estaba claro para la Corte si por Twitter sé informa o sé opina. Un debate muy actual, donde por redes sociales se “mata” a un Papa de la Iglesia Católica y renuncia el Presidente de una Nación.
Como ven he dado la noticia del fallo. Más no mi opinión sobre el mismo. La daré en un libro que estoy construyendo, ladrillo a ladrillo, sobre: de la libertad de prensa al derecho a la información en Colombia. Seguiremos informando!!!La próxima: Inteligencia emocional en el amor de la pareja.