Es indiscutible que el matrimonio es un contrato. Solemne. Consensuado. Sea celebrado ante juez, notario o sacerdote. O “rejuntados” como en las uniones libres o de compañía permanente, que en tiempos de mi abuela Ma. Isabel eran llamados concubinatos. Por tanto, la ley es la voluntad de las partes. Lo que pactan en común las condiciones de ejecución del contrato, una vez sea suscrito, perfeccionado o consumado.
En ese sentido, la regla o cannon medieval “pacta sunt servanda” (los acuerdos legalmente suscritos constituye una ley para quienes los han realizados: máxima ética del derecho), no nos permite sorpresa, farisea, que estrellas del espectá-culo, –vanidad de vanidades– como la espectacular cantante y actriz JLO y el actor Ben Affleck (¿a dónde quedo el ex pelotero Grandes Ligas?), hayan acordado capitulaciones pre-matrimoniales, así dicen los profesores de Civil, para el contrato de la anunciada nueva nupcial. Y una de ellas sea: tener sexo recíproco cuatro veces por semana. Es decir, 4×7. 16 veces en 30 días.

Se me antoja una cláusula exorbitante como se denominan las prerrogativas extremas en algunos contratos estatales, como los de obras públicas. Esas las impone la parte contratante. En este caso, presumo la impone la despampanante JLO. Estamos ante una condición forzosa de cumplir y ejecutar a plena satisfacción. Lo que me hace imaginar que así es el sexo de las estrellas… las de Hollywood. Todo calculado, ya que cada incumplimiento puede generar “billetico”.¿O no?. Los contratos son para cumplirlos fielmente, al píe de la letra.
Como ven ese sexo, el de esas estrellas, es de mercado. Y no se compromete ante ninguna epístola bíblica o divina, ningún inciso del Código de Napoleón Bona-parte. Ya que la condición del convivir horizontal, en particular, no proviene del mágico deseo universal de un tercero, sino del propio duo que celebra el contrato. Muy seguramente porque cada uno cuenta con un capital natural o prestado (de un banco financiero o genético) para responder como manda la ley. Es decir, el sexo es un patrimonio que hay que consumir dentro del contrato. Nada en otra pelí-cula.
lo único cierto es que sin sexo, no hay matrimonio. Ni aquí en la esquina del sabor ni en Hollywood. No solo por su carácter biológico reproductivo, sino placentero. La ricura no se mendiga. nadie se casa (o es cazado) para sufrir, así lo crean “maco”. el sexo es un presupuesto para ser feliz entre los humanos
Pero, lo único cierto es que sin sexo, no hay matrimonio. Ni aquí en la esquina del sabor ni en Hollywood. No solo por su carácter biológico reproductivo, sino placentero. La ricura no se mendiga. nadie se casa (o es cazado) para sufrir, así lo crean “maco”. el sexo es un presupuesto para ser feliz entre los humanos, eso enseñó Epicuro en su Jardín. Aunque Freud haya vaticinado que cuando es bueno, el sexo es amor. Pero esa es otra cosa, de la que solo se habla en el cine a “La Francesa”. Ya que la psicología cognitiva ha descubierto que cuando “muere” el sexo, muere el amor. Y por ende sé “sepulta” el matrimonio, del que solo quedan las clausulas compromisorias que son las que enredan aquellas vidas narcisistas con celotipias venenosas. Tóxicas las llaman los gurús de las auto-ayudas.
Aunque hay sexo no contractual, con solemnidad católica o judicial. Aquel que se práctica con testosterona y placer común. Ese también es un viaje a las estrellas. Las siderales. O al planeta-marte. es el sexo como deseo, que los atenienses clásicos llamaron eros. Hasta crearon un dios y una auténtica simbología. un mito. Lo erótico es uno de los presupuestos del yo, enseñó M. Foucault en el París del Siglo pasado, dictando catedra sobre lo qué es la pirexia griega. Sin deseo del otro no hay sexo placentero, pues por muy bueno que sea no es una obligación. Y menos contractual o sea, firmado en papel sellado. Ese sexo es voluntario, consensual y con-sentido. No admite violencia alguna de ninguna de las partes ejecutantes.
Por ello, el sexo bueno es un viaje a las estrellas. A esas que cantó el guajiro cubano Polo Montañes. Recuerdan?. El del “montón de estrellas”. Entonces, pregunto: ¿ese sexo de estrellas sé da en el matrimonio después de la luna de miel?. No me respondan automáticamente. Piensen. Examinen su vida de cónyuge. La vida emocional, la de los placeres que genera el sexo en las estrellas del firmamento de la vida del goce pagano. ¡ah!. Hedonista. El que provoca decir: buenos días, servir un café caliente o invitar a un whisky escoces, mayor de 18 años, en pleno medio-día. Responda ahora.
¿Será de ese talante el sexo que desea imponerle JLO a su nuevo consorte?
Si ¡así es!, bienvenido sea. Y de esa pareja, par de estrellas, se debe aprender. ¿ Por qué?. Porque los crímenes de mujeres deben acabarse. Hay que educarse sexualmente para comprender que amar es soltar, des-apego, dejar aparecer al otro, como enseñó Maturana, el chileno. Aunque como dijo el nuestro, Pacho: “perder es ganar un poco“. El sexo es lo paradojal de la vida. Sin él no somos lo que deseamos ser: animales felices. Reflexivos. AMOROSOS, me dijo Humberto Maturana, un día que lo escuché y entrevisté en Bogotá. Educación en amar es lo que necesitamos para no matar. Ni a mujeres, ni a niños. Ni a nadie.