– La Ley “Chancleta”.
Recuerdo que aprendí las primeras letras a los 3 años, yendo en un triciclo, empujado por las entusiastas tías Caamaño, adolescentes todas y sin novios a la vista, hasta la escuelita de la “Seño Nora”, prima de mi mamá, ubicada en la calle Obando con Concordia del barrio Chiquinquirá. Era la Barranquilla de los años 50s del siglo pasado: una ciudad de vecinos, donde los niños, de entonces, podían andar en triciclo por las calles pavimentadas.
A esa edad, primera infancia, ningún niño en Colombia podía estar matriculado en escuela oficial, ya que la educación pública se iniciaba, formalmente, a los siete años, cuando biológica y/o jurídicamente se ha superado esa primera instancia en la niñez, etapa del crecimiento humano que, según los sabios de la Aldea Global, corre de cero a seis años de edad. Aunque en nuestro país hay legisladores que no han superado esa etapa del desarrollo cognitivo humano: siempre andan parlando, twitteando bobadas, porque en la corteza cerebral no tiene grabado nada. Otros “reposan” en celdas heladas.

También recuerdo que a los seis años “sabía” leer y escribir las primeras letras del abecedario. Pero no podía ser alumno de la escuela pública, la No. 33, del barrio Pumarejo a donde se habían mudado “las Caamaño“, como siempre llamaron los vecinos a mis tías. Entonces, Ma. Caamaño, la siempre viva madre mía, me hizo un registro civil de nacimiento nuevo. Nunca me bautizó dos veces. En vez de SEIS años de edad tendría siete. Y a esa “prueba idónea” me aceptaron como alumno en la ESCUELA PÚBLICA del barrio con calle de arena y piedra donde aquellos niños jugábamos futbol con “bolaétrapo“.
Ese dato, de los dos registros civiles de nacimiento, solo lo supe al cumplir la mayoría de edad, los 21 años, cuando necesitaba sacar la cédula de ciudadanía. Fue cuando Mi Madre lo reveló. Y, como Madre Coraje, registramos, otra vez, el año cierto del nacimiento: cuando cayó la dictadura de un general convertido en presidente de la república. Hoy sus nietos son presidiarios por corrupción administrativa: mal de gente culta, los llaman “delincuentes de cuello blanco”, en la jerga popular.
Esos recuerdos maternos y eternos, los evoco leyendo el libro del sabio profesor Moisés Wasserman, la educación en Colombia (Debate). En él, el autor alude, en tres momentos del discurso, a la educación en la primera infancia.

Comparto con ustedes, amables lectores, estos tres momentos.
Primer momento. “Otro capítulo que merece especial mención es el de la educación temprana, de cero a cinco años. Ni en la constitución, ni en la ley general de educación se atiende explícitamente y con la importancia que realmente tiene.(…). Muy posiblemente esto se debe a la poca importancia que se le daba a la edad temprana en la formación. La gente pensaba (muchos todavía así lo creen) que el niño empieza a educarse cuando va al colegio, alrededor de los seis años, y antes simplemente debía mantenerse cuidado mientras jugaba sus juegos “intrascendentes”. La neurobiología y la psicología modernas le han dado la vuelta a esta percepción histórica de la humanidad. Hoy es claro que esos primeros cinco años son de radical importancia tanto en el desarrollo neuronal como en la formación intelectual y de la personalidad. Su descuido lleva a la inequidad de base, muy temprana y difícilmente compensable posteriormente.
En el país son recientes las normas que hacen efectivos los derechos expresados en la constitución. Incorporó a nuestra legislación la convención de derechos del niño apenas en el 2006 con la Ley 1098, y nuestro código de la infancia y la adolescencia, con una política para el desarrollo integral de la primera infancia es del 2016. Sin embargo, es necesario reconocer que incluso antes de estas normas la preocupación por la primera infancia empezó a incorporarse en planes de educación y de bienestar familiar de los gobiernos”(mayúsculas mías. Ver págs. 55 y 56 Opus cite).
Tan elocuente es este pronunciamiento que queda sin comentario alguno de mi parte. Todo lo expresado por el pedagogo es evidente. Tremendamente real.
Segundo momento. En el aparte “en la primera infancia“, Wasserman reitera que: “la Ley reforzó esa inequidad y lo incluyó en el plan de educación obligatoria, pero solo un año y a la edad de seis. Antes de esa edad los niños eran considerados de hecho meros sujetos de cuidado y protección, no de educación. Esta es un asunto para “gente grande”, con más de seis años.
En el marco de un programa que se denominó “educación para toda la vida” se incluyó, por fin, a la primera edad. La mayor parte de los niños atendidos lo fueron por el ICBF en el marco del programa de madres comunitarias y en jardines infantiles del instituto.(…). Las madres comunitarias con toda su buena voluntad y disposición, mayoritariamente no tenían (y aún no tienen) la preparación psicológica y pedagógica de un educador.
La gente pensaba (muchos todavía así lo creen) que el niño empieza a educarse cuando va al colegio, alrededor de los seis años, y antes simplemente debía mantenerse cuidado mientras jugaba sus juegos “intrascendentes”. La neurobiología y la psicología modernas le han dado la vuelta a esta percepción histórica de la humanidad. Hoy es claro que esos primeros cinco años son de radical importancia
En resumen, respecto a la atención educativa de la primera infancia, y desde la perspectiva del vaso medio lleno, se puede decir que, del desconocimiento (vergonzoso) del problema, se llegó en doce años a una cobertura en atención integral (que incluye parte de la alimentación) A UN 28% de la población de esa edad“(mayúsculas mías. Ver págs. 70, 71 y 71 Ibídem).
Toca aceptar que es o ha sido nulo el avance educativo, en cobertura, en ese sector de mayor protección, como lo es la primera infancia, por parte del Estado. Y que a la escuela pública le adscriben ” escuelitas” de barrios o de “Doña Rita” porque desconozco que haya escuela oficial con maternal o parvulos, en sector deprimido de la población más discriminado económicamente. De allí que muchos niños, ya jóvenes no alcancen logro académicos importantes de llegar a la educación superior, he “ingresen” a “escuelas de vandalos“, como se ha evidenciado durante estos días de “estallido social” del que se habla y se sufre por éstos días, donde la juventud rebelde intenta, en su zona próxima (a lo Vigosky), intenta hacer SU: Primavera Árabe, Revolución de Mayo en el Paris del 68. Pero los discursos no son de quienes han heredados los libros como memorias de la humanidad. Estoy seguro que leer es incompatible con “tirar piedras” cuando se puede elegir por el poder del voto electrónico. Lo otro es nostalgia de Abril.
Tercer momento. En el aparte “otra vez con la primera infancia“, el sabio exrector de la Universidad Nacional de Colombia remata informando que: “En el informe de la llamada Misión Internacional de Sabios 2019, por ejemplo, una de las recomendaciones más enérgicas fue la de tratar cobertura total, y en calidad, en la educación de cero a cinco años, a la mayor brevedad posible, e incluso más rápido que lo que parece posible. Para financiar el esfuerzo, la Misión propuso que se aumente la adjudicación de recursos de regalías para ciencia y educación, que ya es del 10%, a un 25%, y que buena parte de ellas se dedique a financiar, con urgencia, la solución de esta gran carencia:(mayúsculas mía ver págs. 86, 87, 88 y 89 ibídem).
Wasserman fue miembro de la “misión internacional de sabios” para Ciencia, Tecnología e Innovación 2019, por lo que se apreciación sobre esta carencia en educación para la primera infancia de Colombia es tan real y maravillosa como lo son las enseñanzas de los verdaderos sabios, seres que son educadores de toda la vida y en todos los campos del digno mundo de los humanos.
Duele leer al sabio y recordar que en el Atlántico, como en otros territorios de la nación, el exsecretario departamental de Educación se mantenga en casa por cárcel por negociar con alimentación de escolares de primera infancia. Y solo para recordar un solo incidente de los horrores de corrupción administrativa con los dineros oficiales de los planes educativos de la primera infancia. Corrupción que involucra desde exgobernadores hasta exrectores de universidades e instituciones educativas tanto de primaria como secundaria.
Si la sal se corrompe, que los espera?. Un estallido social liderado por encapuchados que muy seguramente no han tenido educación de calidad en su temprana edad. Investíguenlo los pedagogos sociales.
¿Educadores o maestros?.
Otro momento del libro del Maestro Wasserman es cuando se pregunta: ¿quiénes se dedican a enseñar?. Este interrogante dá para una reflexión bien profunda para estos tiempos de incertidumbre y virtualidad o alternancia educativa. Volveré al interrogante. Pero, la lectura del mismo me hizo recordar lo que me ocurrió recientemente. Les cuento.
Una amiga de El Santuario, para el Día del maestro me compartió un mensaje que le había enviado una amiga suya, cuyo padre había fallecido en esos días. Y le decía que en la agenda que a diario cargaba el padre difunto bajo el “sobaco” y anotaba hasta las deudas impagables, había encontrado la siguiente nota escrita de su puño y letra:

Mi amiga de El Santuario al ver mi nombre se sorprendió. Y decidió enviarme foto del mensaje de su amiga a quien se le murió el padre, preguntándome si ese “gaspar hernandez”, escrito a mano, era el mismo amigo suyo. Le dije: SÍ. Eso está escrito en una de las columna que escribí, como en Diciembre del 2013, para la página editorial de El Heraldo, mientras visitaba y saludaba las estatuas de cemento de los Maestros Jorge Luis Borges y Julio Cortazar sembradas, perennemente, en los jardines de la Biblioteca de Buenos Aires.
Y hoy decidí, orgulloso aún, compartir con ustedes, amables lectores de solo/proposiciones.com ese manuscrito de un lector fallecido, a su memoria.
La ley “chancleta“. Mientras redactaba, un amigo que fue a vacunarse contra La Peste a Chi-cago, me envió en pdf la Ley No. 2098 del 2021, conocida popularmente como LA LEY CHANCLETA que modifica otras normas legales sobre educación en primera infancia.
Estuve tentado en reproducirla acá, pero esta “carreta” iba larga. Y decidí estudiarla comparativamente y escribir sobre ella en otro oportunidad. Pero la sola existencia de una “ley chancleta” me indica que en Colombia no hay educación para la primera infancia: igualitaria, libre y fraterna.
Próxima: La alegre rutina de vivir en la pandemia.