El ejercicio del oficio o profesión del periodismo en Colombia está garantizado constitucionalmente (art 73). Pero la misma Constitución consagra, como derecho fundamental, la posibilidad de: “Fundar medios masivos de comunicación…estos tienen responsabilidad social (art 20)”. Esta opción de constituir empresas periodísticas “unipersonales” es “sui generis” en la historia democrática del país.
Presento este estrechísimo resumen de dos normas constitucionales porque, en días pasados, sostuve un diálogo, vía WhatsApp, con el histórico profesor de Uniatlántico, y otras instituciones, Cristobal Árteta Ripoll, sobre la lectura, muy suya, de una reciente columna nuestra en la que presenté, como observador, la situación de la PRENSA en relación a los trinos del Presidente Petro, y/o viceversa. A Cristóbal lo conozco desde mis estudios pedagógicos en los años 70s del siglo pasado.
El histórico profesor abrió el diálogo digital así:
“Respeto tus escritos: Buena pluma y coherencia. Pero, a veces, te falta imparcialidad. Siempre arremetes contra Petro”. Mantuvimos la conversación unos minutos más. Y Cristóbal remató:
“Sabes que es una falacia hablar de opinión pública Un pueblo ignorante permite la construcción de una opinión mediática“.
Luego envió un video donde un Expresidente ecuatoriano critica a los grandes medios de comunicación.
La imparcialidad le dije al profesor Árteta la exige la Constitución para la difusión de información que, además, debe ser veraz. Como ven ser imparcial y veraz son presupuestos deontológicos para quien redacta noticias. En la noticia el periodista es un ser invisible. Sólo deben primar los hechos comprobables o comprobados. La invisibilidad es la regla del periodismo noticioso, la cual se denomina objetividad. Amen que el periodista sea el protagonista de la noticia. Y en Colombia los periodistas son, muchas veces, “protagonistas”.
Esa carga ética de imparcialidad que me reclama el histórico académico, la Constitución no la establece para los columnistas. La norma política dice:
“Se garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones“.
Entonces, una columna en un medio periodístico es un ejercicio de libertad conceptual. Es su pensar, equivocado o no, lo que expresa el columnista. Es decir, la subjetividad. La Jurisprudencia sólo ha pedido que la opinión sea sustentada en hechos (noticias), no en ficciones.
En la noticia el periodista es un ser invisible. Sólo deben primar los hechos comprobables o comprobados. La invisibilidad es la regla del periodismo noticioso, la cual se denomina objetividad. Amen que el periodista sea el protagonista de la noticia. Y en Colombia los periodistas son, muchas veces, “protagonistas”.
Nunca, desde que me inicie en el periodismo, hace como 50 años, me he difundido un sentir o un pensar inventado. Esa imaginación la guardo para mis poemas enamorados. De la poesía vivo cautivo, como un varón domado.
En Colombia, por histórica decisión de la Corte Constitucional, no es requisito “Sine quo non” tener título universitario o tarjeta profesional para ejercer como periodista, ya sea redactor o presentador de noticias o columnista de opinión. Significa lo anterior que este oficio y/o profesión es extremadamente libre. Ello porque los riesgos sociales que pueda provocar una “mala” práctica no son de la misma envergadura de otras profesiones, por ejemplo: la medicina. ¿Quién niega que Petro, el presidente, no es periodista en Twitter? Hasta ha eclipsado la Oficina de prensa del Palacio de los Presidentes.
Ahora, la Constitución también consagra el derecho, de carácter fundamental, de “Fundar medios masivos de comunicación“. Es decir, libertad de empresas periodísticas. Ya no se puede, estrictamente, hablar de gran prensa porque un gran periodista puede, libremente, tener, hacer o ser socio de empresa y competir en el mercado global de la información. Situación inédita pues en la anterior Carta Política la inversión extranjera la autorizaba el gobierno. Quién controla y vigila a las empresas periodísticas, ¿cómo tal?
Ocurre que entre la naturaleza cognitiva de la información y de la opinión -es pública en su difusión-, se generan cada día conflictos, porque los periodistas “estrellas” se agazapan en hacer juicios personales y se defienden que están opinando, cuando en verdad, según mi parecer, están desinformando, mal informando, tergiversando. Es decir, ejerciendo tendenciosamente su oficio. Y jugando con el lenguaje a su antojo, como si fueran “literatos” o vulgares cacharreros de esquina de mercado público.
Es menester anotar que en la proliferación de tales conflictos y en la degeneración del lenguaje usado en los medios, no hay que olvidar la poderosa influencia de las redes sociales que permiten, no sólo que cualquiera se crea periodista, sino que asuma como formador de la opinión…pública. Y en las redes el nivel de irresponsabilidad social es alarmante, hasta el punto que algunos cardiacos, como yo, nos negamos a usarlas.
Toda esta confusión del periodismo, no sólo colombiano, viene produciendo que la audiencia no tenga, suficiente, credibilidad en lo que le informan o conceptualizan por medios y redes. Es decir, lectores, oyentes y televidentes cobran por la creciente irresponsabilidad social de periodistas u opinadores. Que acá tengamos “buena pluma y coherencia” significa, apreciado “histórico“, que la audiencia, misteriosa y desconocida, cree en nosotros. en hora buena para el hijo mayor de Ma. Caamaño.
La próxima: Memoria del Callejón del “Meao” y de la calle de las Notarías.