“Por tanto, el hombre feliz necesita amigos”. Aristóteles.
A la amistad como al amor los celebramos. Así como celebramos el día que nacimos. Celebraciones que solo compartimos con los que amamos, respetamos y con quienes nos provocan afectos y abrazos. Más no con “extraños”, por ello me ha resultado curioso el título del libro: “La pasión de los extraños, Una filosofía de la amistad”(Galaxia Gutemberg. 2025) de la catalana Marina Garcés, que decidí leer para celebrar con mis lectores amigos.

En la adolescencia y primera juventud, ahora camino sobre la tercera, leí poesía. La colombiana del siglo pasado, la española de la guerra civil, todo Neruda y, obvio, el Walt Whitman de hojas de hierbas, hasta me atreví a escribir ensayos sobre poetas, poesía y la dialéctica del ladrillo. De esa época memorice este verso de Lope de Vega: “De mis soledades voy, de mis soledades vengo, no hay mejor compañía que mi pensamiento“.
Lo he recordado leyendo la introducción del libro de Marina Garcés, el que también me provocó regresar a las páginas, de mi abusada y mal tratada edición de Gredos, de ética nicomáquea y Ética E udemia de Aristóteles, en las que dedica tres (3). capítulos para reflexionar sobre la amistad. No necesite volver a leer, porque encontré que el ejemplar herido está suficientemente subrayado, en razón al uso que le dí en la vida universitaria, como educador y estudiante.
Entonces, de Aristóteles, -primer filósofo mencionado por Garcés-, les comparto el siguiente párrafo, uno resaltado:
“Quizá es también absurdo hacer del hombre dichoso un solitario, porque nadie poseyendo todas las cosas, preferiría vivir solo, ya que el hombre es un ser social y dispuesto por la naturaleza a vivir con otros. Esta condición pertenece, igualmente, al hombre feliz que tiene todos los bienes por naturaleza, y es claro que pasar los días con amigos y hombres buenos es mejor que pasarlos con extraños y hombres ordinarios” (ver pág 370).

Y, entonces, define a la amistad “como la forma libre y consciente de amor mutuo hacia la virtud del otro, que no puede estar sujeta a relaciones de necesidad ni a finalidades que le sean externas, y que tienen lugar en un tiempo compartido, antes y después de la muerte.”
El libro, de 185 páginas, tiene ocho (8) capítulos, además prólogo y epílogo, con los siguientes títulos:
amistades borrosas, vínculo sin ley, un consenso inquietante, puntos ciegos, la pasión de los extraños, distancias íntimas, explorar los límites, revoluciones y retaguardia, la invención de la soledad y el amigo imaginario. Así mismo, cuenta con una amplia referencia bibliográfica, de la cual destacó, entre otros, a los siguientes autores:

-Hanna Arendt, Aristóteles, Agustín de Hipona, Cicerón, Jacques Derrida, Epicuro, Soren Kierkegaard, Milán Kundera, S. Lewis, Michel Montaigne, Frederick Nietzsche, Papa Francisco, Platón, Séneca, Simon Weil, Teresa de Avila, Guille Deleuze. A obras que abordan las relaciones de la amistad, son objeto de estudio de la catedrática catalana, lo que permite afirmar que las páginas de “La pasión de los extraños” sean una lectura recomendable para los buenos y felices amigos y amigas.
La autora, revisa su vida, y anota cuatro fases de la amistad que conllevaron la escritura del libro. Tales fases son:
1. La inconsciencia de los amigos, que sería la infancia en la que “no se hacen, sino que están”.
2. La ausencia de los amigos, en ella aprendió “a no hacer de la soledad algo molesto”.
3. Abundancia de amigos, que cultivo en la Universidad, “la fiesta de una mesa repletas de manjares”. Y
4. Alianzas de amigos, una “extraña amalgama entre lo íntimo y lo político”.
Pero como el objetivo del libro es presentar la filosofía de la amistad, Marina Garces destaca los cinco elementos que se desarrolla en la tradición, los cuales son:
1. Virtud, 2. verdad, 3. libertad, 4. tiempo y 5. política.
Y, entonces, define a la amistad “como la forma libre y consciente de amor mutuo hacia la virtud del otro, que no puede estar sujeta a relaciones de necesidad ni a finalidades que le sean externas, y que tienen lugar en un tiempo compartido, antes y después de la muerte”(pág 55).

Ahora, para quienes desean, como Roberto Carlos, tener “un millón de amigos“, que serían aquellos con ambición política, el libro dedica unas páginas a conceptos como: fraternidad y camaradería. Del primero dice que es “reconocerse como hermanos. Mientras del segundo expresa que es “compartir refugio, techo, estancia”. Ambos conceptos, en la historia moderna, conllevan a entender la amistad como lucha.
Para finalizar la reseña de este fascinante texto, deseo contar que en el célebre “jardín de Epicuro” existió la siguiente inscripción en la puerta de entrada: “extraño, tu tiempo será agradable aquí. En este lugar el mayor bien es el placer“. De ahí, que la amistad, como placer en la vida, sea entre extraños, ya que es “el afecto que, a veces, nos vincula a quienes no son nada nuestros”. Tener amigos y amigas es un ingrediente de la felicidad.
La próxima: aprendiendo a envejecer.

Una buena reflexión sobre la amistad, a propósito del mes de septiembre que está por finalizar. Como se indica en el escrito resulta quizá absurdo pensar en la figura del hombre feliz como alguien solitario, pues nadie, por más que posea todos los bienes, preferiría vivir aislado. El ser humano es, por naturaleza, un ser social, dispuesto a convivir con otros. Esta condición aplica también al hombre dichoso, quien, aun teniendo todo lo que necesita, encuentra en la compañía de amigos y personas virtuosas un valor insustituible. Es evidente que compartir los días con amigos y personas buenas es mucho más enriquecedor que hacerlo con extraños o con aquellos por quienes solo sentimos , esa especie de afecto que, a veces, nos vincula a quienes no son nada nuestros pero que elegimos como amigos. En definitiva, tener amigos y amigas es un ingrediente esencial de la felicidad.